el cazurro ilustrado

30 enero 2010

Duda resuelta.


El 22 de febrero del año 1300, el Papa Bonifacio VIII publicó la Bula “Antiquorum habet fida relatio” en la que estableció, por primera vez en la historia de la iglesia católica, la posibilidad de obtener indulgencias plenarias a los peregrinos que fuesen a Roma y visitaran las basílicas de San Pedro y San Juan durante treinta días, siempre y cuando el peregrino se hubiese confesado y hubiera obtenido la absolución.
Enterado de tales gracias, un español se encaminó como peregrino a Roma y cumpliendo todos los requisitos establecidos se dispuso a entrar los treinta días seguidos a las basílicas indicadas. Le vieron varios cardenales que por allí pululaban y quedaron asombrados del gran parecido que tenía el peregrino con el Papa, por lo que decidieron llevarlo a su presencia.
Sorprendido de tanta semejanza, el papa preguntó al peregrino si su madre había estado alguna vez en Roma; el peregrino, muy seguro de la respuesta, sin dudarlo un instante, respondió que su madre jamás había estado en Roma, pero que su padre había estado muchas veces. Así pues, las dudas razonables no tienen porque manar de una sola fuente ya que poseen madre o padre compartido.

24 enero 2010

Reunión de orientadores.

Este fin de semana nos hemos reunido en Madrid los orientadores de los Colegios de “La Asunción” de toda España para intercambiar experiencias, actualizar conocimientos, diseñar programas, disfrutar del encuentro y aunar las prácticas educativas.
El día y medio que hemos pasado juntos ha sido enriquecedor, provechoso, auténtico, eficiente y muy activo.
Para recompensar esos momentos tan agradables, os pongo algo que podría figurar en la Historia remota de la que hoy llamamos “Orientación”. Espero que os guste.
Licurgo, entre las leyes que dio a los lacedemonios, estableció que los padres ofreciesen a sus hijos un oficio una vez cumplidos los catorce años, no el que ellos quisiesen, sino aquellos a que los hijos se inclinasen. Después que uno hubiese elegido manera de vivir, podía su amigo avisarle cómo se había de gobernar en ella; porque podía ocurrir que acertara en el oficio que eligiera y después errara en todo lo que en él hiciera.
Los romanos no dejaban que ningún niño de diez años cumplidos anduviese vagabundo por las calles. Tenían la costumbre de darles de mamar hasta los dos años, dejarles disfrutar hasta los cuatro; les iniciaban en la lectura de cuatro a seis y en la escritura de seis a ocho; de ocho a diez años les obligaban a estudiar gramática. Después de los diez años debían los chicos romanos aprender un oficio, dedicarse plenamente a los estudios o servir en el ejército, de tal manera que en Roma nadie a estas edades andaba ocioso ni hacía ninguna travesura.
Antonio Guevara (1539) en su libro “Menosprecio de corte y alabanza de aldea” dice: “El ser buenos o ser malos no depende del estado que elegimos, sino de ser nosotros bien o mal disciplinados. Si aconsejamos a uno que viva en el aldea, dice que no se halla con rústicos; si le aconsejamos que salga de la Corte, dice que allí tiene negocios; si le aconsejamos que sirva en palacio, dice que no es nada entremetido; si le aconsejamos que sea eclesiástico, dice que no se amaña a rezar; si le aconsejamos que sea fraile, dice que no podrá ir a maitines; si le aconsejamos que siga la guerra, dice que no es amigo de poner en peligro la vida. Si le aconsejamos que se case, dice que no puede ver llorar muchachos; si le aconsejamos que guarde continencia, dice que es intolerable la soledad; si le aconsejamos que aprenda oficio, dice que no desciende él de tales parientes; si le aconsejamos que aprenda letras, dice que es flaco de cabeza; si le aconsejamos que se retraiga ya a su casa, dice que no se hallará sin conversación. Presupuesto que es verdad, como es verdad, todo esto, nadie debe aconsejar a nadie en cosa que toca a honra o al reposo de su vida; porque después más se quejará el tal de lo que entonces le aconsejaban que no de lo que después padece.”
En el año 1575, Juan Huarte de San Juan, en su recomendable tratado “Examen de ingenio para las ciencias”, reclamaba con ahínco la movilidad estudiantil: “ Sabida ya la edad en que se han de aprender las ciencias, conviene luego buscar un lugar aparejado para ellas, donde no se trate otra cosa sino letras, como son las Universidades. Pero ha de salir el muchacho de casa de su padre, porque el regalo de la madre, de los hermanos, parientes y amigos que no son de su profesión es grande estorbo para aprender. Esto se ve claramente en los estudiantes naturales de las villas y lugares donde hay Universidades; ninguno de los cuales, si no es por gran maravilla, jamás sale letrado. Y puédese remediar fácilmente trocando las Universidades: los naturales de la ciudad de Salamanca estudiar en la villa de Alcalá de Henares, y los de Alcalá en Salamanca.”Pero fue más allá Juan Huarte y quizás allí aún no han llegado nuestras autoridades educativas. Matizó la movilidad, defendiéndola sólo en el supuesto de que el estudiante (o profesor ) tuviera ingenio y habilidad, porque si no: “quien bestia va a Roma, bestia torna: poco aprovecha que el rudo vaya a estudiar a Salamanca, donde no hay cátedra de entendimiento ni de prudencia, ni hombre que la enseñe”.

20 enero 2010

El ganadero y el dominguero.

Un paisano iba arreando dos vacas hacia el puerto de montaña de donde se habían escapado por culpa de la maldita mosca lobera, cuya picadura las pone al borde de la locura. Llevaban un buen paso los tres, cuando alcanzaron a un dominguero que, al verlos, en un afán de mostrar su conocimiento vacuno, le pregunta al malhumorado ganadero:
-¿Estas vacas son de raza pardo-alpina?.
-Ésta sí. Responde parcamente el ganadero.
-¿Y la otra?, pregunta el dominguero.
- La otra también. Responde el ganadero.
-Y dígame, ¿Estas vacas se escaparon del puerto y ahora tiene que llevarlas allí de nuevo?.
-A ésta sí. Dijo el ganadero.
-¿Y a la otra? Repitió el dominguero.
-A la otra también. Espetó el ganadero.
-Y dígame, ¿Estas vacas están preñadas?. Inquirió de nuevo el dominguero.
-Esta sí. Contestó el ganadero.
-¿Y la otra?. Repuso el dominguero.
-La otra también, respondió el ganadero.
Un poco cansado de las lacónicas respuestas del ganadero y viendo que sus suposiciones se confirmaban, volvió al interrogatorio el dominguero:
- Pero, dígame una cosa, por qué cada vez que le pregunto por las vacas me responde que ésta sí y después me dice que la otra también.
Entonces el ganadero le responde: -Lo que sucede es que esta vaca es mía.
- ¡Ahhhh claro !- contesta el dominguero; ahora entiendo, y dígame ¿Y la otra?.
- La otra también, respondió el ganadero. Dando por zanjada la conversación.

16 enero 2010

Capacidad de convicción.


En los años posteriores a la guerra civil española, la Iglesia y el Estado se aliaron en una cruzada contra cualquier indicio de pecado. Uno de los instrumentos más utilizados en ese afán recristianizador fueron las “Santas Misiones”. Llegaban a los pueblos de la montaña (probablemente a los del llano también) frailes de las más diversas congregaciones y en tiempo de cuaresma y tinieblas aterrorizaban a los vecinos con amenazas del infierno si no se comportaban de acuerdo a un severo código moral donde la blasfemia, los bailes, determinados libros y hasta los más ocultos pensamientos eran objeto de culpa y condena. Una vez conseguido el efecto disuasorio, a través de sermones, confesiones, oraciones y comuniones comenzaban las alabanzas a las vidas de los distintos santos y beatos. Uno de los predicadores que llegó a Valverde de Curueño era gran devoto del Jesuita San Francisco Javier (1506-1552. En uno de los sermones, sin ahorrar elogios a la vida de este Santo, dijo que "en un solo día había sido capaz de convertir al cristianismo a diez mil hombres en una isla desierta." Y es que el fervor no tiene límites.

15 enero 2010

Discusiones entre filósofos.


El cura de una aldea de la montaña, cansado ya de los pocos divertimentos disponibles, crío dos perros; a uno le llamó Aristóteles y a otro Descartes. Fomentó en ellos una competitividad tan exaltada que se tenían odio eterno, de manera que cuando Aristóteles veía a Descartes se tiraba a él y Descartes le enseñaba los dientes a Aristóteles. Cuando el cura quería pasar un rato divertido llamaba a Aristóteles y a Descartes. Ponía a uno a la derecha y a otro a la izquierda. Entonces el cura procuraba con un largo razonamiento persuadir a Aristóteles que hiciese las paces con Descartes, pero Aristóteles daba tales aullidos y se ponía tan furioso, que se conocía claramente que no quería más que guerra y disputa. Hablaba después el cura a Descartes y también le encontraba terco. Entonces les reñía y les aconsejaba que a ver si disputando un rato eran capaces de llegar a un acuerdo, pero se formaba un guirigay inaguantable y se tiraban a morder uno a otro. En ese momento el cura los separaba y decía a la concurrencia, (todo el pueblo había acudido al oír el alboroto) que aquello era una imagen fiel de las disputas de los filósofos.(y de los teólogos).

14 enero 2010

Distintas preguntas, mismas respuestas.


Muy cerca de León vivía un adinerado labrador a quien de repente le dio un pampurrio (Accidente cerebro vascular se llamó después) que le privó del habla y le puso a las puertas de la muerte. Tenía un hijo haciendo el servicio militar en el C.I.R. del Ferral, que cuando supo de la desgracia y con los permisos requeridos voló a despedir a su padre. Cuando entró en la habitación encontró a un notario y a un fraile en la cabecera de la cama. Como no podía hablar, solamente meneaba la cabeza, simulando un “si” gestual. Estos movimientos eran interpretados como afirmaciones. El fraile preguntaba:
-¿Dejáis a nuestro convento todos los aperos de labranza?.
El enfermo cabeceaba y el fraile decía:
-Tome nota señor Notario.
-¿Dejáis a nuestro pobre convento la casa donde estamos?.
Daba otro cabeceo y el notario escribía.
-¿Dejáis vuestros ahorros para que digamos misas por el eterno descanso de tu alma?
Y nuevamente el cabeceo.
Como ahora el cabeceo ya era continuo, el fraile formulaba nuevas preguntas del mismo estilo y el notario levantaba acta a gran velocidad.
En éstas estaban cuando llegó el hijo y viendo la faena, se acercó a la cabecera de la cama y dijo:
-Querido padre, ¿ me das permiso para tirar por la ventana a estos dos bribones?
Cabeceó el padre.
Agarró el muchacho al fraile y lo tiró por la ventana, mientras le pedía al notario que diera fe del hecho, porque detrás iría él con todas las actas levantadas.

10 enero 2010

Ceguera y prudencia.


Un ciego, después de toda una vida laboral vendiendo cupones de la ONCE, había conseguido ahorrar veinte mil euros. Aunque ciego, vió claramente que los bancos y caja de ahorro jugaban de manera infame con el dinero de los clientes y decidió esconderlos en un agujero del jardín de su casa. Un vecino suyo, que observó la operación, se los robó por la noche. En una comprobación rutinaria se dio cuenta el ciego del robo y desesperado fue a ver al vecino del que tenía indicios racionales de que había sido el ladrón. Haciendo de tripas corazón le dijo con la mayor tranquilidad:
-Vengo a pedirte consejo. Tengo cuarenta mil euros de los que he escondido la mitad en un lugar seguro. ¿Te parece acertado esconder la otra mitad en el mismo sitio?.
-Sin lugar a dudas –dijo e ladrón- que con la esperanza de robárselo todo puso los veinte mil euros en el sitio donde los había cogido.
El astuto ciego fue rápidamente a recuperar sus veinte mil euros. Con esta artimaña recuperó el dinero perdido.
Y es que la vista no es necesaria para obrar con prudencia y algunos, aunque la tengan, han perdido el juicio, que es mayor deterioro que la ceguera.

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09 enero 2010

Marcar el territorio.


Muchas especies animales marcan su territorio de distintas maneras y lo defienden “ a capa y espada” de los otros, porque en ello les va la alimentación, la reproducción y la vida misma. Esto supone que la vecindad no está exenta de conflictos. Dos osos pelean en la orilla del río reivindicando para sí aquella parte. El derrotado tendrá que retirarse e ir en busca de un nuevo territorio. También en los humanos se da este comportamiento y son habituales las marcas del territorio a través de fronteras que se defienden con peleas físicas (guerras) y con todo tipo de medidas disuasorias (vallas, aduanas, muros, policía…). Hasta aquí se comprueba una gran similitud entre los comportamientos de los animales territoriales y los humanos. Las diferencias entre las diferentes maneras de defender el territorio entre animales y humanos vienen definidas por los sentimientos expresados a través del lenguaje que predisponen a los miembros de un grupo contra los grupos vecinos, de tal manera que los sentimientos de odio no se dan entre los pueblos alejados en el espacio sino solamente entre los que están próximos.
Como muestra, mirad el epitafio que los portugueses pusieron en la tumba de un obispo castellano, pueblos colindantes y con diversas disputas fronterizas a lo largo de la historia. Dice así: “Aquí yace un Obispo Castellano, que se naturalizó portugués, para poder morir en gracia de Dios”.

08 enero 2010

Unas se van y otras se vienen.


Dos amigas que hacía mucho tiempo que no se veían se encontraron casualmente.
-¿Como te va?. Dijo la una a la otra.
- No muy bien.-respondió ésta- pues me he casado desde que no nos vemos.
– Buena noticia.
-No muy buena, porque mi marido tiene un genio infernal.
–Malo.
-No tanto, que trajo una dote de doscientos mil euros.
-No mal consuelo.
-Poca cosa, porque gasté todo este dinero en comprar ganado lanar, que se me murió de morriña.
-Mal lance.
-No tan malo, pues vendí las pieles y saqué más de lo que me había costado el ganado.
-Váyase lo uno por lo otro.
-No señora, porque la casa en la que tenía el dinero se ha abrasado toda y no he podido sacar ni un cuarto.
-Lance fatal.
-No tanto, porque también se ha quemado mi marido.

Cambiad a estas dos mujeres por dos hombres y tendréis la chanza de dudoso gusto que se contaba a finales del siglo XVIII. “para recreo del espíritu y adorno del entendimiento”.

06 enero 2010

Eficaz terapia.

Un hombre tuvo un ataque de locura bastante singular: se obsesionó con no poder orinar más, por miedo a inundar la ciudad con su meada. Sufría un auténtico martirio, pero se mantenía firme en su propósito y nadie podía hacerle orinar. Su psicólogo, hombre de talento y de alta escuela, discurrió un medio para lograrlo: hizo gritar “fuego, fuego, fuego” a toda la gente del entorno donde vivía el paciente; entonces fue a su encuentro y le dijo: “ ¡ah! Señor, todos los habitantes de la ciudad le suplican que tenga la bondad de orinar, porque si no lo hace todos loa edificios van a ser devorados por las llamas, pues ya se han agotado todos los depósitos de agua y los bomberos no dan abasto. Conmovido por el peligro y la pena de sus vecinos, se bajó la cremallera de la bragueta de los pantalones y echó a correr orinando por las calles, consiguiendo superar su manía.

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05 enero 2010

Curiosas fobias.


En otro post conté en qué consistía la ofidiofobia, ese terror a las serpientes tan extendido en la especie humana. Os cuento hoy algunas de las fobias más curiosas que han sufrido algunos personajes históricos y que, probablemente, responden a los mismos mecanismos de aprendizaje que cualquier fobia.
Enrique II, (1519 – 1559) rey de Francia, no podía quedarse solo en un cuarto donde hubiese un gato.
El duque de Epernon (1554-1642), llamado « medio rey » se desmayaba al ver una liebre.
Ladislao II, (1350-1434), rey de Polonia se alteraba todo y echaba a correr con solo ver una manzana.
El olor del pescado daba calentura a Erasmo(1466-1536), humanista, filósofo y teólogo holandés.
Los berros hacían estremecer a Scaliger (1540 - 1609), médico, filósofo, botánico y humanista.
A Ticho brache (1546-1601), considerado el más grande observador del cielo en el período anterior a la invención del telescopio, le temblaban las piernas si se encontraba a una liebre o a una zorra.
Boyle (1627 - 1691) uno de los padres de la Química moderna, se ponía convulso al oír el ruido que sale por la espita de una tinaja.
La Mothe le Vayer (1588 -1672), filósofo escéptico francés, no podía sufrir el sonido de ningún instrumento y le gustaba mucho el de los truenos.
Maria de Médicis (1575-1642), esposa de Enrique IV de Francia y regente de Luís XIII no podía ver las rosas, ni aún pintadas.

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04 enero 2010

Del perro del vecino.


Un paisano de un pueblo de la montaña iba caminado por una estrecha vereda, cuando de repente le salió al encuentro el perro de un vecino, poco ladrador pero muy mordedor. Se quedó parado, dando muestras de que no quería ningún enfrentamiento, mas el perro hizo caso omiso de su actitud y le enseñó los dientes en clara señal del mordisco que le iba a propinar. Entonces alzó el cayado en el que se apoyaba para caminar y le dio tal somanta de palos que lo mató.
El vecino que estaba muy encariñado con el animal puso una denuncia ante el juzgado. En el juicio, el juez le preguntó que por qué había cometido tan salvaje acto, a lo que éste contestó que lo había hecho para defenderse o en defensa propia que se dice ahora.
El juez replicó que podía haberle dado palos hasta espantarle, sin tener que llegar a matarle. El paisano le respondió que así lo habría hecho si el perro hubiera venido a amenazarle con el rabo y no con los dientes.
Así pues se demuestra que el perro, además de ser fiel y amar sus amos, a veces, tiene gran odio a los desconocidos.

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02 enero 2010

¿Madrugar?.

En estos periodos vacacionales, en los que las obligaciones académicas casi no existen, un niño se levantó muy tarde de la cama aunque le habían llamado varias veces. Su padre para enseñarle la utilidad de madrugar, puesto que tenía muy presente el refrán “ al que madruga Dios le ayuda”, le dijo: ”hijo mío no sabes las grandes ventajas que tiene el madrugar, has de saber que un niño de tu misma edad se levantó muy temprano, se duchó, desayunó y bajó a dar un paseo por la calle y se encontró una cartera llena de dinero”. El niño, muy atento a los consejos de su padre, le replicó: - Pero papá, el que la perdió se había levantado más temprano aún.
No sabiendo el padre que responder a la objeción que su hijo le hizo, decidió no volver a llamarle para que abandonara la cama a no ser que tuviera algo que hacer.Así pues, se demuestra una vez más que cada regla de comportamiento, por muy útil que sea, tiene su contra regla de igual o mayor funcionalidad

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