el cazurro ilustrado

11 noviembre 2011

San Martín de Tours y de Valverde de Curueño.


Hoy es 11 del 11 de 2011 y como todos los  11 del 11 de todos los años pasados y venideros,  nos  acordamos en Valverde de Curueño de nuestro patrón, San Martín de Tours. Pero no sólo los de Valverde lo recordamos. Mirad como hasta el mismísimo  Cervantes, en el Quijote, hizo mención de él en el Capítulo LVIII. Que trata de cómo menudearon sobre don Quijote aventuras tantas, que no se daban vagar unas a otras.
“En estos y otros razonamientos iban los andantes, caballero y escudero, cuando vieron, habiendo andado poco más de una legua, que encima de la yerba de un pradillo verde, encima de sus capas, estaban comiendo hasta una docena de hombres, vestidos de labradores. Junto a sí tenían unas como sábanas blancas, con que cubrían alguna cosa que debajo estaba; estaban empinadas y tendidas, y de trecho a trecho puestas. Llegó don Quijote a los que comían, y, saludándolos primero cortésmente, les preguntó que qué era lo que aquellos lienzos cubrían.
Uno dellos le respondió:
-Señor, debajo destos lienzos están unas imágines de relieve y entabladura que han de servir en un retablo que hacemos en nuestra aldea; llevámoslas cubiertas, porque no se desfloren, y en hombros, porque no se quiebren.
-Si sois servidos -respondió don Quijote-, holgaría de verlas, pues imágines que con tanto recato se llevan, sin duda deben de ser buenas.
-Y ¡cómo si lo son! -dijo otro-. Si no, dígalo lo que cuesta: que en verdad que no hay ninguna que no esté en más de cincuenta ducados; y, porque vea vuestra merced esta verdad, espere vuestra merced, y verla ha por vista de ojos.
Y, levantándose, dejó de comer y fue a quitar la cubierta de la primera imagen, que mostró ser la de San Jorge puesto a caballo, con una serpiente enroscada a los pies y la lanza atravesada por la boca, con la fiereza que suele pintarse.
Toda la imagen parecía una ascua de oro, como suele decirse. Viéndola don Quijote, dijo:
-Este caballero fue uno de los mejores andantes que tuvo la milicia divina: llamóse don San Jorge, y fue además defendedor de doncellas. Veamos esta otra.
Descubrióla el hombre, y pareció ser la de San Martín puesto a caballo, que partía la capa con el pobre; y, apenas la hubo visto don Quijote, cuando dijo:
-Este caballero también fue de los aventureros cristianos, y creo que fue más liberal que valiente, como lo puedes echar de ver, Sancho, en que está partiendo la capa con el pobre y le da la mitad; y sin duda debía de ser entonces invierno, que, si no, él se la diera toda, según era de caritativo.
-No debió de ser eso -dijo Sancho-, sino que se debió de atener al refrán que dicen: que para dar y tener, seso es menester.
Rióse don Quijote ...”

01 noviembre 2011

Difuntos y enterramientos.


Homero, Herodoto, San Jerónimo y otros ilustres narradores de la vida y costumbres de los diferentes pueblos de la antigüedad, prestaron atención a las diversas maneras que hubo de enterrar a los muertos las cuales, además de curiosas, no dejan de estar en el origen de los distintos modos de inhumar cadáveres que existen en la actualidad.
Cuentan que los Salaminos enterraban a sus muertos de espaldas a los agarenos, que eran sus mortales enemigos; de manera que la enemistad que había entre ellos, no sólo duraba toda la vida, sino que se mostraba hasta en la sepultura. Los Masagetas, cuando moría un hombre o una mujer, le sacaban toda la sangre de las venas y, juntos todos sus parientes, bebían la sangre y después enterraban el cuerpo. Los Hircanos lavaban los cuerpos de los muertos con vino, los untaban con aceite oloroso, después que los parientes habían llorado y enterrado los cuerpos de los muertos, guardaban aquel aceite para comer y aquel vino para beber. Los Caspios, acabando de espirar el difunto, le echaban al fuego, cogían las cenizas de los huesos en un vaso y las bebían después poco a poco en el vino, de manera que las entrañas de los vivos eran los sepulcros de los muertos. Los Escitas tenían la costumbre de no enterrar a ningún hombre muerto sin enterrar con él otro hombre vivo, y si no había nadie que por propia voluntad quisiera enterrarse con el muerto, compraban un esclavo y le enterraban a la fuerza con el muerto. Los Batros curaban al humo todos los cuerpos, como se curan las cecinas en la montaña, durante ese año, en lugar de cecina, echaban un pedazo del cuerpo del muerto en el pote.  Los Tiberinos criaban unos perros muy feroces, los cuales, acabando el muerto de espirar, le despedazaban y comían; de manera que los estómagos de los perros eran donde los tiberinos enterraban a sus difuntos. Los Nasamones enterraban a los cadáveres sentados, cuando observaban que el enfermo iba a morir, lo sentaban en la cama, para que espirara en esa posición y no boca arriba. Los Eslavones hacían en las ceremonias funerarias un festín religioso llamado Trizna, tan espléndido como era posible. La misma costumbre tenían en Rusia, donde apenas no se hacía un entierro sin que se sirviera a los asistentes toda clase de licores que tomaban alrededor del cadáver. Los hebreos enterraban a sus muertos en sus campos o viñas, y ponían encima una gran losa de piedra labrada. Generalmente los antiguos se enterraron dentro de sus casas, o en medio de sus tierras, así donde había un montículo de tierra y piedras era señal de que alguien estaba enterrado. Después de Constantino el grande, se introdujo la costumbre de enterrar a los muertos en las iglesias, que se abandonó por ser una fuente infecciosa y se hicieron los cementerios tal y como los conocemos hoy.