24 junio 2010
19 junio 2010
Maldita tormenta.
En primavera entró en celo una vaca que vivía en los montes de Campo (Ayuntamiento de Cármenes), estuvo preñada nueve meses, de suerte que parió a principios de enero. El toro padre había sido escogido entre los más hermosos de su clase, corpulento, de buenas carnes, ojos negros, mirar manso, la frente ancha, la cabeza corta, los cuernos gruesos y cortos, las orejas largas y peludas, el hocico grande, la nariz corta y recta, el pecho y las espaldas anchas, el lomo firme y recto, las patas gruesas, largo y bien poblado el rabo, el paso firme y seguro y el pelo rojo. Durante la preñez no saltó vallas, ni fosos, ni desmontes, ni murias, ni cercados, así no se expuso a ningún riesgo de abortar. Pació en pastos jugosos mientras hubo hierba y cuando apareció la nieve entró en la cuadra donde se nutrió de hierba seca, alfalfa y harina de avena. En enero se puso de parto y el ternero nació hermoso y sin complicaciones. Le olió, le lamió, le amamantó y estableció con él un vínculo afectivo que madre e hijo ( vaca y ternero) lucieron por los montes desde que el tiempo les permitió abandonar el establo e ir a pacer. Aún chupaba los pezones de la ubre de su madre para luego explorar aquel idílico entorno amarillo con las flores de los piornos y escobas, cuando comenzó a cubrirse el cielo de negros nubarrones; en breve tiempo los regatos se convirtieron en riachuelos, las presas, hasta entonces vacías, se llenaron de agua, los regueros aumentaron su cauce y confluyó todo el agua en el río Torío, cuyo caudal, hasta entonces fácilmente vadeable por el ganado, fue imposible cruzarlo por ningún sitio. Pilló esta circunstancia al ternero a una orilla y la madre en la otra. Intensos bramidos se lanzaron en señal de socorro. El ternero veía a su madre inalcanzable y la vaca, no pudiendo soportar más el sufrimiento de su hijo, se lanzó al agua para ir a donde estaba el ternero. Nadó y nadó pero la intensidad de la corriente la arrastró río abajo y a la mañana siguiente la encontraron en Pontedo, pueblo que dista cuatro kilómetros de Campo, donde el ternero, no repuesto todavía de la muerte de su madre, se alimenta de leche industrial y debe comenzar antes de lo previsto a comer yerba para sobrevivir. Esto ocurrió esta misma semana y así me lo contaron en Valverde de Curueño.
11 junio 2010
Enseñanzas de los animales y Etología.
Si bien no se reconoce a
Muchos autores mantuvieron que los animales nos enseñaron gran parte de las artes y ciencias. Os pongo aquí algunas de las conclusiones a las que llegaron sin saber que estaban haciendo Etología o Psicología comparada: De las abejas aprendimos la política; de las hormigas la economía. Las grullas nos mostraron la democracia, cuyo público cuidado se alterna entre todas. El milano enseñó el arte de navegar, los remos en sus alas, y el timón en la cola; la codorniz las velas. La araña el tejer; la golondrina el edificar; la cigüeña el enema; el hipopótamo la sangría; el elefante la cirugía. En los animales hallamos ejecutadas cuantas observaciones astronómicas nos dio el continuo desvelo de los hombres; los delfines, los ánades y los alciones nos pronostican los temporales
No necesita
Nos enseñaron
La virtud de la celidonia para curar los ojos, nos enseña la golondrina, la cual busca esta hierba para curar los ojos enfermos y ciegos de sus hijuelos y la del hinojo, que sirve para lo mismo, aprendimos de las serpientes, que con ella curan los suyos. La medicina tan común de los enemas nos mostró la cigüeña, la cual sintiendo cargado su vientre, hinca el pico de agua salada y ésta le sirve de enema con que se purga. La sangría aprendimos del Hipopótamo, el cual sintiéndose enfermo, va a un cañaveral recién cortado y con la punta más aguda que halla, se sangra en una vena de la pata. Tiene también remedio para no desangrarse del todo, porque se va a revolcar en algún cenagal y el cieno que en la herida se le pega, le sirve de venda para detener la sangre. El cerdo, estando enfermo, va a la costa del mar a buscar un cangrejo para curar su enfermedad. La tortuga, cuando come alguna víbora, busca el orégano para despedir de si la ponzoña. Las cabras monteses de Candía comen la hierba del díctamo, para despedir de si la saeta del ballestero. El perro, cuando esta muy lleno de humor colérico, si no se cura, viene a rabiar; pero come una hierba que nace en los vallados; la cual le sirve como el ruibarbo, pues por ella despide por vomito cuanta cólera tiene. Y si recibe alguna herida, no tiene necesidad de mas emplasto que de su lengua, porque si con ella alcanza a lamerla, no ha menester más cirujano. La comadreja, herida en la pelea que tiene con los ratones, se cura con la ruda; los jabalíes con la hiedra; el oso, hallándose enfermo por haber comido una hierba ponzoñosa, que se llama mandrágora, se cura comiendo hormigas.. Y no es menos dañoso, ni fiero el león pardo, el cual tiene por medicina el estiércol humano. Más limpia medicina es la de las perdices, grajas y palomas torcaces, que se curan comiendo las hojas de laurel.
Todo esto lo encontramos en los libros de medicina desde que lo escribió Plinio en el libro octavo de su “Historia Natural” hasta el siglo XIX.
De los perros, dice San Alberto Magno, que cuando sienten en si lombrices, se curan comiendo el trigo en verza. Y el mismo dice que la cigüeña, sintiéndose herida, se pone orégano en la llaga y así sana.
04 junio 2010
De cómo se ha de hacer la máquina para curar las bestias.
Pero se ha de fabricar una máquina en la cual se encerrarán las bestias de carga y los bueyes para curarlos, y a fin de los albéitares que los medicinan se puedan acercar más a ellos, sin que puedan estos animales dejar de tomar los medicamentos resistiéndose a tomarlos. Y la hechura de la máquina es de esta manera: Se entarima con tablones de roble un pedazo de terreno de nueve pies de largo, dos y medio de ancho en la parte anterior y de cuatro por la posterior. A este entarimado se le aplican cuatro estacas derechas por un lado y otro, las cuales están clavadas en los cuatro ángulos y tienen cada una siete pies de largo. Todas estas estacas se sujetan entre si por seis travesaños, formando enrejado, de suerte que pueda entrar por la parte posterior, que es la mas ancha, el animal como en una jaula, y no pueda salir por la otra, a causa de impedírselo los pequeños pernios que están atravesados en ella. Sobre las dos estacas de delante se pone un yugo firme, y á este se sujetan las bestias de carga o se atan los bueyes por las astas. O se pueden fabricar allí mismo unas cabezadas o collares, para que metiendo en ellas la cabeza, se sujete la cerviz con unos palos, que bajarán por agujeros hechos para el caso. Pero el cuerpo atado y extendido está asegurado a los travesaños y de esta manera queda sin movimiento y abandonado a la voluntad del que lo va a curar. Esta misma máquina podrá servir para todo el ganado mayor.
Escribió esto Lucio Junio Moderato Columela (