31 diciembre 2010
28 diciembre 2010
¿Son necesarias las dos figuras parentales?
Con motivo de la celebración de la fiesta de la Sagrada Familia, el papa Benedicto XVI afirmó que los niños necesitan del amor de un padre y una madre y pidió a todas las familias que no se desanimen ante las pruebas y las dificultades con las que se enfrentan. Si bien son dignos de elogio los ánimos que muestra el sumo pontífice hacia la familia, también es necesario matizar la primera afirmación, ya que es preocupante que en la época en la que vivimos todavía se crea que existen tipos de vínculos y misiones educativas y relaciones atribuibles específicamente a los progenitores en función de su sexo. Es lamentable que no se vea con claridad el carácter casi exclusivamente cultural de tal diferenciación y, por consiguiente, su relativismo. Se trata de una noción muy arraigada en nuestros usos y costumbres, por lo que es lógico que aflore casi espontáneamente en todos o en la mayoría de los miembros de nuestra sociedad. Influye también en esta percepción, la estructuración y difusión en categorías trascendentes y casi irreversibles que ha hecho el psicoanálisis, dando lugar a confusiones y prácticas educativas contraproducentes. Si un niño se queda sin padre o sin madre, por el motivo que fuere, no tiene por qué precisar en absoluto de una supuesta figura “paterna” o “materna”, respectivamente. Lo que si necesita el niño es que quien se responsabilice de él, sea padre o madre, tío o abuelo, conocido o desconocido, varón o hembra, le otorgue el trato que todo niño merece y necesita, de acuerdo con sus características psicológicas y evolutivas. Muchísimas personas adultas, cabales, responsables, íntegras, justas y honradas hemos conocido y conocemos que se han criado y desarrollado sin uno de los dos miembros de la pareja “tradicional” o sin ninguno de ellos. Por supuesto, también nos encontramos el caso contrario: personas no tan justas, cabales…… que se han criado con las figuras paterna y materna, porque lo que si influye definitivamente es el cuidado, la atención y las correctas prácticas educativas del o de los responsables del niño en cuestión, no las supuestas y quizás no tan “necesarias” figuras paterna y materna.
26 diciembre 2010
¡Prudentes fiestas!
Las palabras más repetidas estos días en los medios de comunicación, en los sms y hasta en las conversaciones privadas son paz, felicidad, alegría, amor, salud, prosperidad y suerte. Sin ningún ánimo de aguar las fiestas a nadie y con la intención de dar otros puntos de vista os traigo aquí la opinión de diversos autores respecto a dichas palabras:
Vegecio, escritor romano del S.IV d.de c. escribió “si realmente deseas la paz, prepárate para la guerra”.
Uno de los principios de Peter dice que “Si quieres encontrar las felicidad ponte a buscar otra cosa”.
Jean de la Fontaine , a propósito de la alegría, intuyó que “Sobre las alas del tiempo, la tristeza vuela”.
Sobre el amor, decía Ortega y Gasset que “el enamoramiento es un estado de imbecilidad transitoria”.
Irónico se mostró Winston Churchill cuando observó que “la salud es un estado transitorio que, además, no augura nada bueno”.
François De La Rochefoucauld anunció que “se necesitan virtudes más grandes para soportar la prosperidad que la suerte adversa.”
El ilustre Baltasar Gracián comprobó que “tiene la mentida fortuna muchos quejosos y ningún agradecido”
Así pues, al margen de las buenas intenciones y deseos, disponed bien los medios y conseguiréis vuestros intentos y desengañaos, que no hay más dicha ni más desdicha que la prudencia o la imprudencia. A medio camino entre la predestinación, que haría la acción humana inútil y una percepción caótica, que haría la acción humana imposible, la prudencia representa la oportunidad y el riesgo de la acción humana. ¡Prudentes Fiestas!.
17 diciembre 2010
Peces bailando fuera del agua.
Los peces bebiendo en el río y la paz como objetivo universal serán los tópicos más repetidos en estas fiestas. Confluyen los dos en Herodoto, cuando cuenta que un pueblo, al que Ciro, rey de Persia, había rogado la paz y la amistad, no la aceptó, pero cuando las cosas se pusieron mal, envió este pueblo a sus embajadores para firmar la paz con Ciro y éste les relató un cuento: habéis de saber-dijo- que un flautista, viendo los peces nadando por el río, comenzó a tañer la flauta en la orilla, creyendo que al oír la música saldrían. Al ver que no salían, echó la red y sacó unos cuantos. Viéndolos dar saltos en la hierba, les dijo que dejaran de bailar sin música, pues cuando había sonado, no bailaron. Con esto despidió a los embajadores y el pueblo tuvo que bailar sin música, como los peces fuera del agua.
12 diciembre 2010
Fin de año y adivinaciones.
Ya próxima la salida y entrada de año, montones de adivinos, futurólogos, agoreros, visionarios, quiromantes, astrólogos y expertos en el arte de engañar a incautos preparan un arsenal de profecías, augurios, premoniciones, oráculos y vaticinios sobre lo que ocurrirá en el 2011. Serán tantos los pronósticos que cubrirán todas las posibilidades, con lo que el acierto está asegurado, de la misma manera que están cubiertas todas las probabilidades de error. Tengo recopiladas varias adivinaciones de un profeta que existió en Valverde de Curueño, el cual por los años 20 del siglo pasado dijo que los hombres pisarían la luna, también auguró que llegarían tiempos en que los hombres, acosados por las mujeres, tendrían que subirse a las copas de los árboles; aseguró que vendrían momentos en que el hambre nos haría comer hasta los “pegamanos” ( frutos pegajosos de una enredadera –que recogeríamos echando mantas por las praderas donde se crían-) y, la última que he recogido, dice que llegarán tiempos en que sólo sabremos del cambio de las estaciones por la caída de las hojas de los árboles. El caso es que un hombre de la montaña, poco crédulo, para tomarle el pelo, se le acercó y le interrogó por el futuro de su familia. El profeta le contestó: - todos están bien, sobretodo tu padre. Creyó el montañés haberle pillado en un error y le dijo: - mi padre lleva diez años muerto. A lo que el profeta, sin inmutarse, contestó: -Tu no tienes ni idea de quien es tu verdadero padre.
06 diciembre 2010
Primera "Carta Magna".
En el año 1188, (hace 822 años) Alfonso IX promulgó lo que se ha dado en llamar “Carta magna leonesa” en la que muchos quieren ver el embrión de las primeras cortes democráticas del mundo. Hoy, día de la Constitución española, traigo aquí el texto.
En el nombre de Dios. Yo Don Alfonso, rey de León y Galicia, al celebrar las Cortes en León junto con el arzobispo, los obispos, los magnates de mi reino y los ciudadanos elegidos por cada ciudad, decreto y aseguro, mediante juramento, que conservaré para todos los clérigos y laicos de mi reino las buenas costumbres establecidas por mis predecesores. También decreto y juro que si alguien hiciera o me presentara una delación contra otro, sin demora descubriré el delator al delatado, y si (el primero) no pudiera probar, en mi curia, la delación que hizo, sufra la pena que debería sufrir el delatado si la delación fuera comprobada. También juro que por la delación que se me hiciera contra alguien o por el mal que de alguien se me dijera, no le hará mal o daño ni en su persona ni en sus bienes, antes de llamarlo por cartas a mi curia para estar a derecho, según lo que ordenare mi curia; y si no se comprobara (la delación o el mal) el que hizo la delación sufra la pena sobredicha y además pague los gastos que hizo el delatado en ir y volver.
Prometo también que no haré guerra ni paz ni tomaré acuerdos sin reunir a los obispos, nobles y hombres buenos, por cuyo consejo debo guiarme.
Establezco además que ni yo ni nadie de mi reino destruiremos o invadiremos casa ajena ni cortaremos viñedos o árboles de otros. El que tenga quejas contra alguien acuda a mí o al señor de la tierra o a los justicias establecidos por mí, por el obispo, o por los señores. Y si aquel contra quien se dirige la queja quisiera dar fiador o prenda de que estará a derecho según su fuero, no padezca daño alguno. Pero si no quisiera hacerlo, el señor de la tierra o los justicias oblíguenlo (a estar a derecho), según fuere justo. Si el señor de la tierra o los jueces se negaran, denúncieseme con el testimonio del obispo y de los buenos hombres, y yo haré justicia.
También prohíbo terminantemente que alguien haga asonadas en mi reino; pídaseme justicia, como se ha dicho antes. Si alguien las hiciera, pagará el doble del daño causado y perderá mi amor, el beneficio y la tierra, si la tuviese en derecho.
Ordeno también que nadie se atreva a apoderarse por fuerza de bienes muebles o inmuebles poseídos por otro. Quien se apoderara de ellos, restitúyalos doblados al que padeció violencia.
Dispongo además que nadie tome prenda sino por medio de los justicias o alcaldes establecidos por mí. Ëstos y los señores de la tierra apliquen fielmente el derecho a todos los querellantes, en las ciudades y en los alfoces. Si alguno tomase prenda de otro modo, sea castigado como violento invasor, y de igual manera quien prendase bueyes o vacas que sirvan para arar, o las cosas que el agricultor tiene consigo en el campo, o el mismo cuerpo del campesino. Y si alguien pignorase o prendase como se ha dicho antes, sea castigado y excomulgado.
Quien negase haber hecho violencia para librarse de la pena antedicha, dé fiador de acuerdo con el fuero y las antiguas costumbres de su tierra, e inquiérase luego si a hecho o no violencia y según esa averiguación satisfaga de acuerdo con la fianza dada. Los investigadores sean designados por consentimiento del acusador o del acusado; y si ellos no estuvieran de acuerdo, sean elegidos entre aquellos que pusisteis en la tierra. Si los justicias y alcaldes, por consejo de los sobredichos hombres o quienes tienen mi tierra, pusieran para hacer justicia a los que deben tener los sellos por medio de los cuales amonestan a los hombres, hagan derecho a los querellantes y dénme testimonio de cuáles son las querellas de los hombres y si son verdaderas o no.
Decreto también que si algún juez negase justicia al querellante o la postergase maliciosamente y hasta el tercer día no aplicara el derecho, aquél presente ante alguna de las nombradas autoridades testigos por cuya declaración se manifieste la verdad del hecho; y oblíguese a la justicia a pagar doblados al querellante tanto la cuantía de la demanda como los gastos. Si por casualidad todos los jueces de aquella tierra negaran justicia al querellante, presente el testimonio de buenos hombres, por medio de los cuales pruebe (sus derechos); y luego, sin incurrir en pena, tome prenda en lugar de los jueces y alcaldes tanto por la cuantía de la demanda como por los gastos, para que los justicias le paguen el doble, y también paguen el doble por el daño que pudiera sobrevenir a aquel a quien prendara.
05 diciembre 2010
Nunca hizo tal cosa.
Cuando aún las ferias tenían sentido y por encima de los aires divertidos, lúdicos y de entretenimiento primaban los aspectos comerciales, de intercambio de productos, lucrativos y de generación de ganancias para las villas que las acogían, se organizaba en Boñar la feria de San Gregorio.
Tenía ésta lugar los días 28 y 29 de noviembre en el recinto ferial, que no era más que una gran pradera a las afueras del pueblo, en la carretera que sube hacia Adrados. Allí compró Antón una burra a un paisano de Vegamián, después de muchos regateos y con la necesaria mediación de un terciador. Montó en ella y fue a su pueblo, muy orgulloso de la adquisición. A los pocos días, el animal dio en entristecer, dejó de comer y murió. Entre compungido y cabreado enterró Antón a la burra y en la siguiente feria, Las Candelas, en febrero, se encontró con el vendedor y le dijo muy enfadado:- la burra que me vendiste murió. El de Vegamián, con mucha alma ( que hoy llaman autocontrol) replicó: - ¡por los clavos de Cristo juro que mientras estuvo conmigo nunca hizo tal cosa!
03 diciembre 2010
¿A quien creer?
En los meses de otoño se realizaba la tarea de abonar las tierras altas. Los montañeses metían en sacos el estiércol seco de las ovejas y a lomos de los burros lo subían, por empinadas veredas, hacía terrenos dispuestos en terrazas, donde sembraban lentejas, hieros o arbejos.
Uno de los vecinos, que tenía mucho abono que transportar (y muchas tierras que abonar) pidió prestado el burro a otro. Éste, que no tenía ganas de prestarle el animal, le dijo que no se lo podía dejar porque por la noche se había escapado a Valdeteja, pueblo a dos kilómetros de distancia, probablemente a ver a la burra de Antón que andaba alta. Estaba en estas explicaciones cuando el burro comenzó a rebuznar. Entonces el que se lo pedía dijo: -¿Cómo dices que no lo tienes en casa? Y el otro respondió muy enfadado: - Pues, como crees más a mi burro que a mí, no te lo presto.