el cazurro ilustrado

10 enero 2010

Ceguera y prudencia.


Un ciego, después de toda una vida laboral vendiendo cupones de la ONCE, había conseguido ahorrar veinte mil euros. Aunque ciego, vió claramente que los bancos y caja de ahorro jugaban de manera infame con el dinero de los clientes y decidió esconderlos en un agujero del jardín de su casa. Un vecino suyo, que observó la operación, se los robó por la noche. En una comprobación rutinaria se dio cuenta el ciego del robo y desesperado fue a ver al vecino del que tenía indicios racionales de que había sido el ladrón. Haciendo de tripas corazón le dijo con la mayor tranquilidad:
-Vengo a pedirte consejo. Tengo cuarenta mil euros de los que he escondido la mitad en un lugar seguro. ¿Te parece acertado esconder la otra mitad en el mismo sitio?.
-Sin lugar a dudas –dijo e ladrón- que con la esperanza de robárselo todo puso los veinte mil euros en el sitio donde los había cogido.
El astuto ciego fue rápidamente a recuperar sus veinte mil euros. Con esta artimaña recuperó el dinero perdido.
Y es que la vista no es necesaria para obrar con prudencia y algunos, aunque la tengan, han perdido el juicio, que es mayor deterioro que la ceguera.

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