el cazurro ilustrado

27 enero 2012

Aristócratas sin saberlo.


Cuando la reina Isabel de Inglaterra  tiene  una contrariedad  va al campo a arrancar “Galium”, un tipo de mala hierba,  según dice  la periodista Sally Bedell Smith en "Elizabeth the Queen" (Isabel, la Reina). Comportamientos  similares a éste y, quizás,  mucho más majestuosos (aunque no corra sangre azul por  nuestras venas)  los mostramos en los pueblos de la montaña. Son de más  alta alcurnia, nobleza, distinción y señorío, porque  no necesitamos disgustos ni contratiempos para ponernos a arrancar  malas hierbas y, además, no solo erradicamos un tipo  de mala hierba, sino que cualquiera de las que molestan o dificultan  nuestros huertos  o sembrados son aniquiladas con más elegancia y desenfado  que  las de su majestad la Reina Isabel. Así, cenizos, cardos borriqueros, mastuerzos, ortigas, o enredaderas se desraízan con la misma gallardía con la  que los verdugos  al servicio de la corona decapitaban  a sus enemigos.
Ya  intuíamos nuestra soberanía al tomar gins tonics de Beefeater y al pertenecer en tiempos a la Real Encartación del  Curueño  y al  haber convivido nuestros antepasados  con la “Dama de Arintero” y al tomar té  (de peña) cuando nos duele la barriga y al ir la  feria del Cristo con un sombrero de paño, por poner algunos ejemplos,  pero  ahora resulta que,  como le ocurría al célebre personaje de Moliere, que hablaba en prosa sin saberlo, nosotros somos aristócratas  cuando arrancamos cenizos ( también sin saberlo e importándonos un bledo).

18 enero 2012

San Antón (con un día de retraso).


Por mucho que nos empeñemos, San Antonio abad es más el patrón de los dueños de los animales que  de los propios animales  para los que se piden favores al Santo. Mientras  yo  viví en el pueblo, recuerdo que  tal día como ayer se le ofrecían   las cabezas y las patas de los cerdos que habíamos matado  por  San Martín (poco hizo el santo por su vida), con el fin, no tanto de que velara por  la vida  y la salud de ellos, sino  para que cuidara y aumentara  los  beneficios que los ganaderos   intentábamos sacar de los animales, sin importarnos o importándonos menos  el bienestar animal. Hoy  los animales  gozan de mejor salud pero su vida tiene las mismas  finalidades y corre los mismos peligros que hace años, salvo en las ciudades, donde las mascotas  alcanzan un nivel de vida igual o superior a cualquier humano y los ruegos  y favores  que piden sus dueños  al santo, llegan hasta  a enfadarle y por eso mismo no los concede. Vela más por aquellos  que aún cumplen  las funciones de antaño y si no me creéis, mirad cómo estas terneras y estas vacas lamen con fruición la carretera  empapada en sal derramada no del cielo, sino esparcida por un camión de Obras públicas,  gracias al santo que escuchó los  ruegos de los interesados, no de sus dueños.