el cazurro ilustrado

14 enero 2010

Distintas preguntas, mismas respuestas.


Muy cerca de León vivía un adinerado labrador a quien de repente le dio un pampurrio (Accidente cerebro vascular se llamó después) que le privó del habla y le puso a las puertas de la muerte. Tenía un hijo haciendo el servicio militar en el C.I.R. del Ferral, que cuando supo de la desgracia y con los permisos requeridos voló a despedir a su padre. Cuando entró en la habitación encontró a un notario y a un fraile en la cabecera de la cama. Como no podía hablar, solamente meneaba la cabeza, simulando un “si” gestual. Estos movimientos eran interpretados como afirmaciones. El fraile preguntaba:
-¿Dejáis a nuestro convento todos los aperos de labranza?.
El enfermo cabeceaba y el fraile decía:
-Tome nota señor Notario.
-¿Dejáis a nuestro pobre convento la casa donde estamos?.
Daba otro cabeceo y el notario escribía.
-¿Dejáis vuestros ahorros para que digamos misas por el eterno descanso de tu alma?
Y nuevamente el cabeceo.
Como ahora el cabeceo ya era continuo, el fraile formulaba nuevas preguntas del mismo estilo y el notario levantaba acta a gran velocidad.
En éstas estaban cuando llegó el hijo y viendo la faena, se acercó a la cabecera de la cama y dijo:
-Querido padre, ¿ me das permiso para tirar por la ventana a estos dos bribones?
Cabeceó el padre.
Agarró el muchacho al fraile y lo tiró por la ventana, mientras le pedía al notario que diera fe del hecho, porque detrás iría él con todas las actas levantadas.