el cazurro ilustrado

28 mayo 2011

¡Indignados!


Stéphane Hessel de Francia;  93 años. Federico de Otero de Curueño; 85 años.
Ambos herederos ( quizás sin saberlo) de los griegos Hesiodo y Homero, que consideraron  la indignación como una Diosa mortal enemiga de los que no midiendo bien sus propios méritos, se elevan más de lo que sería razonable.
Considerada como una  pasión  que se alegra del bien de los  buenos y del mal de los malos y, por tanto, se apena  con el bien de los malos  y del mal de los buenos; tiene como principal objeto  las riquezas, las posesiones y los dineros que no convienen a los que los poseen y la pobreza, los desastres y las desgracias  que  contra razón  sobrevienen a hombres virtuosos, no merecedores de tales castigos.
En los  poseídos por esta  diosa es mucho mayor la indignación cuando la prosperidad de los malos  redunda  en perjuicio de los buenos.
Pero de poco sirve la indignación si se limita  a  apesadumbrar al indignado. La indignación no puede quedarse en el gusto o en el disgusto, sino que  debe provocar operaciones externas, para conseguir un digno remedio. Así pues,  Stéphane Hessel escribe un libro (“Indignaos”) que da forma  a la frustración de la ciudadanía por  medio de la indignación,  que siguen (acaso ingorándolo)  los miles de acampados por las  plazas de diferentes ciudades  de España y Federico, (probablemente sin pretenderlo) modela y ejemplifica  también con su  manera  de manifestar el  desacuerdo a muchos de los ciudadanos indignados.

21 mayo 2011

Dialéctica erística y política.


En este día, llamado “jornada de reflexión”,  lo que no deja de ser una solemne estupidez, haciéndonos  creer que los  ciudadanos  nos  ponemos a  dar una vuelta a  la conciencia sobre si misma, para sacar las más profundas esencias, pienso en la campaña electoral a la vez que Schopenhauer me cuenta, en treinta y ocho estratagemas,   el arte de tener razón, lo que, a su vez,   me lleva a  interesarme por la  dialéctica erística. Se centraba la erística  en el arte de discutir y era considerada por los filósofos griegos, posteriores a Sócrates, como una  rama superior de la dialéctica, hasta que fue degenerando en falaces deducciones, para convertirse en simple verborrea: decía uno “Tú tienes lo que no has perdido. Tú no has perdido nada, luego tú no tienes  nada”; a lo que  otro contestaba: “Tú tienes lo que no has perdido. No has perdido los cuernos, luego tú  tienes cuernos”;  un tercero decía “lo que  yo soy tú no lo eres. Yo soy  hombre, luego tú no eres hombre”. Seguidores (sin saberlo) de la  dialéctica erística, muchos políticos o aspirantes a serlo,  en campaña utilizaron  razonamientos similares, pero sin tanta gracia o más desgraciados.

14 mayo 2011

Cuestiones naturales: Terremotos.


La tierra en Murcia ha temblado y estamos con mocionados por la catástrofe; aunque no sirva de consuelo, si es muy aleccionador el punto de vista  de  Séneca en el libro VI de sus “Cuestiones Naturales”: “¿Dónde podrá creerse seguro nadie, si el mundo mismo se conmueve y sus partes más sólidas se derrumban?¿cuando la única base inquebrantable y fija que sostiene todo lo demás, fluctúa, perdiendo el suelo su cualidad natural, la estabilidad? ¿Cuándo podrán cesar nuestros temores? ¿Dónde encontraremos refugio?. ¿Adónde huiremos, en nuestro terror, si el peligro brota debajo de nosotros, y los abismos interiores de la tierra nos lo envían?. ¿Qué asilo se ofrecerá a nuestra vista, qué recurso, si es el mundo el que amenaza ruina, si lo que nos protege y sostiene, este suelo sobre que descansan las ciudades, si el centro y fundamento del universo, como han dicho algunos, vacila y se entreabre?. ¿Qué encontrarás, no digo que te ponga en seguro, sino que te consuele, cuando el miedo no tiene donde huir?” .
Nos aconseja: “Si quieres no temer nada, piensa que todo debes temerlo: mira en derredor, y verás qué poco se necesita para destruirnos.  Ni la comida, ni la bebida, ni la vigilia, ni el sueño, son saludables, sino en determinada medida. Comprendes que nuestros cuerpos son endebles y frágiles, pudiendo destruirlos ligero esfuerzo. Para que haya peligro de muerte, ¿se necesitará nada menos que terremotos, hundimientos del suelo y repentina formación de abismos? En mucho se estima el que teme más que a otra cosa el rayo, los terremotos y agrietamientos del suelo. ¿No será mejor que el que se convenza de lo poco que somos, tema más la pituita? ¿Tan felizmente hemos nacido, nos han dado miembros tan robustos y estatura tan elevada, que no podamos perecer si el mundo no tiembla, si el cielo no lanza el rayo, si la tierra no se abre debajo de nuestros pies? Un mal en la uña, y no digo en la uña entera, la más pequeña escoriación, basta para destruirnos; ¿y temeré yo los temblores de tierra cuando una flema puede ahogarme? ¿Temeré que el mar salga de su lecho; que el flujo, más impetuoso que de ordinario, traiga mayor cantidad de agua a la orilla, cuando se han visto hombres ahogados por una bebida que ha penetrado mal en las fauces? ¡Cuán neciamente temes al mar, si sabes que una gota de agua puede ahogarte!. El mayor consuelo de la muerte consiste en la necesidad misma de morir, y nada nos robustece tanto contra los peligros que nos amenazan por fuera como la idea de los numerosísimos que se albergan en nuestro propio seno. ¿Qué mayor demencia que desfallecer al fragor del trueno, y arrastrarse bajo tierra por temor al rayo? ¿Qué hay más necio que temer la conmoción y caída repentina de las montañas, las irrupciones del mar empujado fuera de sus límites, cuando la muerte está presente en todas partes y por todas ellas amenaza, no habiendo nada tan exiguo que no baste para la destrucción del género humano?”
Y da una visión “positiva” de la muerte en un cataclismo: “Lejos de consternarnos por estos trastornos, lejos de creerlas más terribles que la muerte ordinaria, todo lo contrario, puesto que es necesario salir de la vida y exhalar alguna vez el espíritu, afanémonos por perecer en una gran catástrofe. Necesario es morir en tal o cual paraje, más pronto o más tarde. Aunque esta tierra permanezca firme, aunque nada pierda de sus límites, aunque ningún cataclismo la trastorne, no dejará de estar sobre mí algún día. ¿Qué importa, pues, que la arrojen o que ella se arroje por sí misma? que rasgados por no se qué fuerza poderosa, se abran sus costados y me precipiten en inmensos abismos, ¿qué importa? ¿Es más suave la muerte en la superficie? ¿Puedo quejarme si la naturaleza no quiere que descanse en paraje ignorado, si me sepulta en una parte suya? Egregiamente dice nuestro Virgilio en aquel verso:
Si hay que caer, yo quiero caer del cielo.
Nosotros podemos decir lo mismo. Si es necesario caer, caigamos cuando el orbe se quebranta; no porque deban desearse los desastres públicos, sino porque es motivo grande para resignarse a la muerte, ver que la naturaleza misma es mortal.”

07 mayo 2011

¿Sobra lo que falta?.


El cartel que me  encontré  en la puerta de la iglesia de Nocedo de Curueño, se podría poner (si no está puesto ya) en la mayoría  de las puertas de las iglesias de los pueblos  de esta  montaña leonesa. Resulta que lleva la institución católica  notando y quejándose de la falta de vocaciones hasta  que,  con motivo del día del seminario, realiza cada año  una campaña  para conseguir nuevos seminaristas. Desde  el 2004  ha lanzado eslóganes originales y efectivos (“El sacerdote, un don de Dios para el mundo” (2001); “Una vida apasionante” (2010); “Apóstol por gracia de Dios(2009); “Si escuchas su voz” (2008); "Sacerdotes, testigos del amor de Dios" (2007); "Por Cristo y por los demás: hazte cura" (2006); "Generosos y entregados... como María" (2005);"Hay más alegría en dar que en recibir" (2004)). La conferencia  episcopal, en una  nota de prensa, dice “en el curso 2010-2011 se ha producido un aumento del 14,83% en el número de seminaristas ordenados en España. En concreto, se ha pasado de 141 en el año 2009 a 162 en el 2010. Asimismo, se está produciendo en los últimos años un incremento en el número de seminarios, tanto mayores como menores”.
Pero en la montaña,  si hace años lo  que escaseaban   eran los  curas, ahora lo que faltan son feligreses. Rara virtud la de los montañeses que  consiguen  que sobre lo que falta.