el cazurro ilustrado

26 enero 2013

Una disculpa ¿razonable?


Llevo una larga temporada sin  escribir nada por aquí y voy a contaros una historia que puede sonar  a burda  disculpa ( Sin duda lo es) pero además es  real.
Todo comenzó en septiembre. Mis dos vacas, entradas en años y en kilos, llevaban tres  años  siendo incapaces de quedar preñadas; decidí entonces venderlas a alguien que  fuera capaz  de sacarles  mas  rendimiento que yo.
Llegó un tratante asturiano de la antigua escuela  y me mandó como última oferta  2200 euros  por las  dos, oferta que no rechacé, aún sabiendo que en el mercado cárrnico pasarían por bueyes y valdrían mucho más.
Viendo lo solos y verdes que se quedaban los prados después de haber estado cada fin de semana del verano regándolos a manta,  me incline  por la idea de adquirir otras dos vacas;  fui a diversas ferias, visité  montones de cuadras en la ribera y en la montaña y vine a  parar  con  “el balilla” de Lugueros. Me ofertó dos vacas  que se ajustaban a lo que yo andaba buscando (no muy viejas y preñadas). Me aseguró que una de ellas estaba abocada a parir  y la otra era altamente probable que, al menos, estuviera preñada.
Le oferté 2100 euros por las dos y a juzgar por la rapidez  con que  aceptó el trato, sospeché  que me  engañaba  o bien en el precio  o bien en la mercadería, pero no era relevante, lo importante era conseguir  dos  animales.
Disfrutaron de las otoñadas aquellas vacas que  bajaban del puerto de Vegarada donde no comían más que piornos y escobas con tal fruición que  eran la viva imagen de la felicidad canalla de la que habla Heráclito (un  buey en un campo de guisantes).
Cuando la hierba comenzó a escasear, les llevaba  unos repollos de berzas ( en primavera  había  plantado más de mil) y unas alpacas de la hierba recogida en verano, alargando así la felicidad completa.
En estas  estábamos cuando parió una de ellas una hermosa jata y llegó la nieve  y el año nuevo. Era el momento oportuno de cambiarlas de prado (año nuevo, prado nuevo). Íbamos por el camino hacia el nuevo prado y la aún preñada decidió salirse a explorar nuevos territorios. Inicié una carrera tras ella para que volviera al buen camino, sin ver  que entre la hierba había  una alambre de  espino de una antigua estacada. Me trabé en ella  y di con mi cuerpo en el suelo. Al levantarme  mi brazo derecho estaba mirando al lado contrario al que debía. Pronto se hinchó  y comenzó a doler, pero me do el tiempo suficiente para  meter las vacas en el prado prometido.
Ya en “ Urgencias”  me diagnosticaron  una luxación de codo sin  fracturas; me lo colocaron en su sitio y me lo inmovilizaron con una férula de escayola y una venda.
La diligente traumatóloga me dijo que si de ella dependiera, lo tendría así 15 días y luego comenzaría la rehabilitación., pero que debía  acudir al  traumatólogo  de referencia  de “Jose Aguado” . Acudo allí el día 10 de enero y me dice que una luxación de codo son tres semanas inmovilizado, que aguante y que, cumplido el plazo, me quite la escayola y comience a hacer los ejercicios de  rehabilitación que se me ocurran, porque, aunque el me  va a gestionar  la consulta con el médico rehabilitador, eso va para largo. (Tengo hora para el 4 fe febrero).
En medio de la  calle y de las dos opiniones -15 días, 21días- opté por quitármela a los 13 días  y buscarme  un fisioterapeuta  para recuperar cuanto antes la movilidad del codo y en esas estoy.
Así pues como diría un francés, mal empieza la semana para el que  guillotinan  el lunes.