el cazurro ilustrado

03 diciembre 2010

¿A quien creer?


En los meses de otoño  se realizaba la tarea de abonar  las tierras altas. Los montañeses metían en sacos  el estiércol seco de  las ovejas y  a lomos de los burros lo subían, por empinadas veredas, hacía terrenos dispuestos en terrazas, donde sembraban lentejas, hieros o arbejos.
Uno de los  vecinos, que tenía mucho abono que transportar (y muchas tierras que abonar)  pidió prestado el burro a otro. Éste, que  no tenía ganas de prestarle el animal, le dijo que  no se lo podía dejar porque por la noche se había  escapado  a Valdeteja, pueblo  a dos kilómetros de distancia, probablemente a ver  a la burra de Antón  que  andaba alta.  Estaba en estas  explicaciones  cuando el burro comenzó a  rebuznar. Entonces el que se lo pedía dijo: -¿Cómo  dices que no lo tienes en casa? Y el otro respondió muy enfadado: - Pues, como crees más  a mi  burro que a mí, no te lo presto.