el cazurro ilustrado

19 junio 2010

Maldita tormenta.

En primavera entró en celo una vaca que vivía en los montes de Campo (Ayuntamiento de Cármenes), estuvo preñada nueve meses, de suerte que parió a principios de enero. El toro padre había sido escogido entre los más hermosos de su clase, corpulento, de buenas carnes, ojos negros, mirar manso, la frente ancha, la cabeza corta, los cuernos gruesos y cortos, las orejas largas y peludas, el hocico grande, la nariz corta y recta, el pecho y las espaldas anchas, el lomo firme y recto, las patas gruesas, largo y bien poblado el rabo, el paso firme y seguro y el pelo rojo. Durante la preñez no saltó vallas, ni fosos, ni desmontes, ni murias, ni cercados, así no se expuso a ningún riesgo de abortar. Pació en pastos jugosos mientras hubo hierba y cuando apareció la nieve entró en la cuadra donde se nutrió de hierba seca, alfalfa y harina de avena. En enero se puso de parto y el ternero nació hermoso y sin complicaciones. Le olió, le lamió, le amamantó y estableció con él un vínculo afectivo que madre e hijo ( vaca y ternero) lucieron por los montes desde que el tiempo les permitió abandonar el establo e ir a pacer. Aún chupaba los pezones de la ubre de su madre para luego explorar aquel idílico entorno amarillo con las flores de los piornos y escobas, cuando comenzó a cubrirse el cielo de negros nubarrones; en breve tiempo los regatos se convirtieron en riachuelos, las presas, hasta entonces vacías, se llenaron de agua, los regueros aumentaron su cauce y confluyó todo el agua en el río Torío, cuyo caudal, hasta entonces fácilmente vadeable por el ganado, fue imposible cruzarlo por ningún sitio. Pilló esta circunstancia al ternero a una orilla y la madre en la otra. Intensos bramidos se lanzaron en señal de socorro. El ternero veía a su madre inalcanzable y la vaca, no pudiendo soportar más el sufrimiento de su hijo, se lanzó al agua para ir a donde estaba el ternero. Nadó y nadó pero la intensidad de la corriente la arrastró río abajo y a la mañana siguiente la encontraron en Pontedo, pueblo que dista cuatro kilómetros de Campo, donde el ternero, no repuesto todavía de la muerte de su madre, se alimenta de leche industrial y debe comenzar antes de lo previsto a comer yerba para sobrevivir. Esto ocurrió esta misma semana y así me lo contaron en Valverde de Curueño.