Una disculpa ¿razonable?
Llevo una larga temporada sin escribir nada por aquí y voy a contaros una
historia que puede sonar a burda disculpa ( Sin duda lo es) pero además es real.
Todo comenzó en septiembre. Mis dos vacas, entradas en años
y en kilos, llevaban tres años siendo incapaces de quedar preñadas; decidí
entonces venderlas a alguien que fuera
capaz de sacarles mas
rendimiento que yo.
Llegó un tratante asturiano de la antigua escuela y me mandó como última oferta 2200 euros
por las dos, oferta que no rechacé,
aún sabiendo que en el mercado cárrnico pasarían por bueyes y valdrían mucho más.
Viendo lo solos y verdes que se quedaban los prados después de
haber estado cada fin de semana del verano regándolos a manta, me incline
por la idea de adquirir otras dos vacas;
fui a diversas ferias, visité
montones de cuadras en la ribera y en la montaña y vine a parar
con “el balilla” de Lugueros. Me
ofertó dos vacas que se ajustaban a lo
que yo andaba buscando (no muy viejas y preñadas). Me aseguró que una de ellas
estaba abocada a parir y la otra era
altamente probable que, al menos, estuviera preñada.
Le oferté 2100 euros por las dos y a juzgar por la
rapidez con que aceptó el trato, sospeché que me
engañaba o bien en el precio o bien en la mercadería, pero no era
relevante, lo importante era conseguir
dos animales.
Disfrutaron de las otoñadas aquellas vacas que bajaban del puerto de Vegarada donde no comían
más que piornos y escobas con tal fruición que
eran la viva imagen de la felicidad canalla de la que habla Heráclito (un
buey en un campo de guisantes).
Cuando la hierba comenzó a escasear, les llevaba unos repollos de berzas ( en primavera había
plantado más de mil) y unas alpacas de la hierba recogida en verano,
alargando así la felicidad completa.
En estas estábamos
cuando parió una de ellas una hermosa jata y llegó la nieve y el año nuevo. Era el momento oportuno de
cambiarlas de prado (año nuevo, prado nuevo). Íbamos por el camino hacia el
nuevo prado y la aún preñada decidió salirse a explorar nuevos territorios. Inicié
una carrera tras ella para que volviera al buen camino, sin ver que entre la hierba había una alambre de espino de una antigua estacada. Me trabé en
ella y di con mi cuerpo en el suelo. Al
levantarme mi brazo derecho estaba
mirando al lado contrario al que debía. Pronto se hinchó y comenzó a doler, pero me do el tiempo
suficiente para meter las vacas en el
prado prometido.
Ya en “ Urgencias” me
diagnosticaron una luxación de codo
sin fracturas; me lo colocaron en su
sitio y me lo inmovilizaron con una férula de escayola y una venda.
La diligente traumatóloga me dijo que si de ella dependiera,
lo tendría así 15 días y luego comenzaría la rehabilitación., pero que debía acudir al
traumatólogo de referencia de “Jose Aguado” . Acudo allí el día 10 de
enero y me dice que una luxación de codo son tres semanas inmovilizado, que
aguante y que, cumplido el plazo, me quite la escayola y comience a hacer los
ejercicios de rehabilitación que se me
ocurran, porque, aunque el me va a
gestionar la consulta con el médico
rehabilitador, eso va para largo. (Tengo hora para el 4 fe febrero).
En medio de la calle
y de las dos opiniones -15 días, 21días- opté por quitármela a los 13 días y buscarme
un fisioterapeuta para recuperar
cuanto antes la movilidad del codo y en esas estoy.
Así pues como diría un francés, mal empieza la semana para el
que guillotinan el lunes.