Lecciones de pastor y alivio de cabritos.
El pasado fin de semana subí a la collada de Ubierzo. Anticipándose al invierno, que pronto cubrirá de nieve todo el pasto, Luís apacienta sus trescientas ovejas berrinchonas y sus cien cabras de confuso linaje a ambos márgenes de la carretera. El viento sopla con brío pero aun el sol tiene fuerza para mitigar el fresco de la tarde, lo que nos lleva a una conversación sobre el tiempo que vendrá, analizando las fuentes oficiales que predicen agua para los días siguientes y las consuetudinarias que auguran buen tiempo al no estar alterado el rebaño, lo que nos lleva a concluir que las probabilidades de los contrarios vaticinios están al cincuenta por ciento. Estábamos en esas cavilaciones cuando llegó un beemeuvedoble, aparcó a la orilla de la carretera y de él se apearon tres señoras, disparando sus cámaras fotográficas al rebaño y al paisaje; se metieron entre los animales y fueron admirando cómo se parecían entre ellos. Una de ellas se acercó a unos cabritos, les acarició y dijo a sus acompañantes:- Mirad, ¡Qué bonito!. ¡Todavía no tienen cuernos!. El pastor, ya un poco cansado de las excesivas confianzas que las señoras se tomaban con su ganadería, le contestó: - Es que aún no están casados.