Medio siglo.
El Emperador Augusto decía que llegados los hombres a cincuenta años o por propia voluntad habían de morir, o habría que matarlos a la fuerza; opinaba que los que han tenido alguna felicidad, en esta edad llegaban a la cumbre y aquí terminaba; intuía que a partir de esta edad lo que les pasa a los hombres son enfermedades graves, muerte de los hijos, pérdidas de hacienda, inoportunidades de yernos, entierro de amigos, mantenimiento de pleitos, pagar deudas, suspirar por lo pasado, llorar lo presente, disimular injurias, oir lastimosas noticias y tener otros infinitos trabajos.
Cayo Cornelio Tácito, en los “ Anales” cuenta que Pompeyo se encontró un pueblo bárbaro de los montes Rifeos (Urales) que tenía la costumbre de no querer vivir más de cincuenta años y cuando llegaban a esta edad hacían grandes hogueras y se quemaban vivos en ellas; los hijos, parientes y amigos hacían una gran fiesta, comiendo las carnes asadas del muerto; hacían polvo los huesos y se los bebían mezclados con vino, haciendo que las entrañas de los hijos fueran los sepulcros de los padres.
Plutarco dice en el libro “De Exilio,” que los Tebanos tenían por ley que después de llegar a los cincuenta años de edad, no osase nadie acudir a médico para curarse porque pensaban que aquella edad no era ya para vivir más , sino para prepararse cada uno a morir.
Cornelia, madre de los Gracos, decía a sus hijos que las personas cuerdas, de cincuenta años arriba habían de ocupar más sus pensamientos en como recibir la muerte que no en buscar recetas para alargar la vida.
Un sabio de los Garamantes, antiguo pueblo del norte de África, que se enfrentó a Alejandro Magno, le recordaba a éste las leyes por las que se regía su pueblo, remarcando una ley que ordenaba que ninguna mujer viviera más de cuarenta años ni ningún hombre más de cincuenta y si con esa edad no morían de muerte natural eran sacrificados a los dioses, porque, decía, gran ocasión es a los hombres viciosos pensar que han de vivir muchos años.
Ya un poco más acá Schopenhauer dijo: “Al paso que la primera mitad de la vida no es más que una infatigable aspiración hacia la felicidad, la segunda mitad, por el contrario, está dominada por un doloroso sentimiento de temor, porque entonces se acaba por darse cuenta más o menos clara de que toda felicidad no es más que una quimera, y sólo el sufrimiento es real”.
Y ¿para qué os cuento todo esto?: Pues para deciros que hoy llego al medio siglo de vida y ni Augusto tenía razón, ni los Garamantes atinaron, ni los tebanos andaban acertados, ni Cornelia aconsejaba bien a sus hijos, ni los bárbaros de Pompeyo obraron cuerdamente; también erró Shopenhauer, porque ni la primera mitad de la vida la he pasado buscando la felicidad, ni me voy a pasar el resto con sentimientos de temor y, además, he aprendido a no tomármela demasiado en serio, pues no saldré vivo de ella.