Las once mil vírgenes pintadas.
Hace ya un tiempo que os conté la estrecha relación que mantuvo el tío Juanín con las once mil vírgenes y cómo recitaba sus nombres de memoria: Úrsula, Sencia, Gregoria, Pinnosa, Martha, Saula, Brítula, Saturnina, Rabacia, Saturia, Paladia, Cordola, Cunegonda, Cunera, Odialia….. antes de acostarse y rezaba a cada una la correspondiente jaculatoria. Un día se encontró con un pintor de santos y quiso que le pintase un cuadro con las once mil vírgenes. Ajustaron el precio, acordando que el tío Juanín le daría un duro por cada virgen que representara. El pintor, para ganar los once mil duros y salir con éxito de la complicada tarea a la que se había comprometido, decidió pintar una iglesia de la que iban saliendo las santas. Pintó unas cuantas en primer plano, otras pocas detrás, otras más atrás, y algunas cabezas de las santas asomando a la puerta de la iglesia. Cuando terminó la obra se la llevó a Juanín y éste le preguntó que cuánto le debía. La respuesta era obvia: once mil duros, tal y como habían estipulado. Contó Juanín las vírgenes, comprobando que no había más de veinticuatro, incluyendo a las que no se les veía más que un poco de la cabeza. Le pagó los veinticuatro duros. El pintor argumentó que las otras vírgenes estaban dentro de la iglesia. –Pues bien –dijo Juanín- toma este dinero, que el resto te lo iré pagando a medida que vayan saliendo por la puerta.