el cazurro ilustrado

29 julio 2009

Murió el carrero de Otero de Curueño.


Ayer, día 28 de julio de 2009, para nuestra desgracia, enterramos a Ricardo Fernández, último y único carrero de la montaña. Hacía 23 años, justo ayer, el 28 de julio de 1986, que “La Crónica de León” publicaba una entrevista que yo le había hecho; acababa de jubilarse y me contó que “tengo mucha pena, porque soy viejo y rico. Dispongo de dos bancos: uno para estar sentado y otro para tumbarme cuando me duele el espinazo y los encuentros. A veces los dolores me flojan cuando bebo un poco de vino.”
Fue este carrero el mejor en su oficio; un excelente tertuliano; un destacado dominador de la ironía, un maestro del humor; entendió como nadie la filosofía de vida que se fraguó durante siglos en esta montaña. Honrado, trabajador, capaz de poner al mal tiempo (muy frecuente) buena cara y mejores palabras.
Al comprobar ayer, una vez más, las casualidades y contingencias de la vida, mirando la coincidencia de la fecha de la entrevista con la del funeral, recordé a Plutarco cuando decía: “No es maravilla quizá que en un tiempo indeterminado, inclinándose ora a una parte y ora a otra la fortuna, los acontecimientos vuelvan a repetirse muchas veces con las mismas circunstancias. Porque si hay una muchedumbre infinita de accidentes, la fortuna tiene un poderoso artífice de la semejanza de los sucesos en lo indefinido de la materia, y si los acontecimientos están contraídos a un número prefijado, es necesario también que muchas veces los mismos efectos sean producidos por las mismas causas.”
Adiós, carrero, adiós. Y mis condolencias para la familia.