el cazurro ilustrado

13 junio 2009

Una de burras con mala baba.

Me contaron ayer y yo hoy lo doy por cierto que hace ya algunos años, cuando aún los gitanos iban por los pueblos a arreglar cazuelas y paraguas y a traficar con burros, se instaló en los arrabales de una aldea un campamento de zíngaros. Fueron casa por casa ofreciendo sus servicios con más ahínco que como lo hacían los testigos de Jehová las mañanas de los domingos. Pronto salieron las paisanas de sus casas con los cacharros estropeados para que les restañaran sus agujeros y con los paraguas necesitados de reparación en sus ballestas. El cura, que tenía un burro viejo, intentó el trueque del animal por una burra joven sin poner ni una sola peseta en el cambio. El gitano jefe, cansado de tanto descaro, de tanta negociación y de tanto regateo, mandó que sus secuaces rodearán al cura, no para hacerle la última propuesta, sino para darle una orden dicotómica de obligado cumplimiento: “o te cagas en el altísimo o mantienes relaciones con la burra”.
Puesto el cura en tal tesitura y valorando los pros y los contras de cada una de las propuestas, argumentó que su condición de religioso le impedía usar el nombre de Dios en vano, por lo que, con hondo pesar en su corazón, se decidió por la segunda parte de la proposición. Hicieron corro los zíngaros, situándose en el centro el cura y la burra. No debió gustarle mucho a la burra lo que el cura intentaba, porque no paraba de moverse. Cansado el cura de los fallidos ensayos orgiásticos, exclamó: “cagüendios, sujetad a la burra”.
Así pues, muchas de las proposiciones disyuntivas que nos ofrece la vida, se convierten en conjuntivas; el “o” se torna en “y” como consecuencia a los más oscuros designios del destino. Además, el relato pone de manifiesto la injustificada inquina del vulgo no ya solo contra la etnia gitana, sino también contra los representantes de dios en la tierra.

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