el cazurro ilustrado

25 julio 2009

Adiós Gabriel, hasta siempre.


Gabriel González Alvarez, hijo que fue de Emilio y Guadalupe; hermano de Sofía, María, Sagrario y Jesús; esposo de Carol; padre de Emilio, Carol y Gabriela y muy querido amigo mío, habría cumplido 76 años el 15 de agosto si una lamentable enfermedad no se lo hubiese llevado ayer definitivamente.
Nacido en Valverde de Curueño, pronto dio muestras de una privilegiada inteligencia y como en aquellos años la única manera de explotar sus cualidades pasaba por ingresar en el Seminario, a temprana edad entró en él. Precoz en todo, cantó misa. Me conoció a mí mucho antes de que yo le conociera a él ya que a pocos días de mi nacimiento fue el encargado de bautizarme. Licenciado en Filosofía y letras por la Universidad de salamanca, concluyó su tesis doctoral en Munich. En el pueblo todos sabían que habría podido llegar a jefe supremo del Vaticano si se lo hubiera propuesto. Regresó a León y el obispo Almarcha le puso al frente de la parroquia de Santa Marina. Traía aires nuevos de Alemania a una ciudad rancia, atrasada, retrógrada y muy marcada por el concordato iglesia-estado que hacía vivir al espíritu santo en los gobiernos civil y militar. No le pareció bien al obispo que fuera de los primeros en quitarse la sotana y comenzó un sutil acoso ( me contó que en una ocasión le llamó al orden porque había iniciado la misa de las siete de la mañana con cinco minutos de retaso, con el consiguiente escándalo, a lo que él replicó que la primera parte de la premisa era cierta, pero no lo del escándalo, porque a aquellas horas, sólo las imágenes de los santos y él estaban en la iglesia, pero ni un solo feligrés). Cansado de tanta ignorancia e ignominia emigró a EE.UU. y en la Universidad de Raeligh ( Carolina del Norte) le acogieron como se merecía. Allí impartió clases, formó una familia, se hizo ciudadano americano y allí murió.
Iniciamos nuestra amistad allá por el año 1984, en su año sabático. Era prolífico en las virtudes, dulce en las palabras, modesto en sus actos, sociable con todos, alegre, sabio y muy preclaro en sus juicios.
En las largas conversaciones y veladas nocturnas me demostró que había alcanzado el imperio de la sabiduría no sólo por lo que aprendió con los libros sino también con la paciencia que tuvo con los necios. A lo largo de su vida, leyó mucho, oyó mucho, vio mucho, deseó mucho, alcanzó mucho, sufrió mucho y gozó mucho. Ahora que ya no está, nos toca recordarle mucho e imitarle siempre. Gracias Gabriel por tu amistad, por todo lo que me enseñaste y por los maravillosos ratos que pasamos juntos. Mi más sentido pésame y mi más sincero agradecimiento. Ha sido un honor conocerte y es de justicia llorarte y lamentar tu pérdida, no solo por los buenos que se van sino por los malos que se quedan.
( Próximamente subiré los dos artículos que publicó en la revista "Los Argüellos leoneses" en los tiempos en los que iniciabamos nuestra amistad y en los que me ayudó en todo lo que le pedí).