el cazurro ilustrado

17 agosto 2007

Siegas, cortes, muertes y guadañas.


El conocimiento generalizado de la guadaña a día de hoy viene determinado por su asociación con la muerte, la cual, desde la Edad Media, se pinta como un esqueleto que lleva tal instrumento para segar las vidas de los vivientes cuando les llega la postrera hora. Esta asociación iconográfica hace que se tenga una visión muy negativa de la guadaña, pero ha dado más vida a los humanos que muertes ha propiciado.
Hasta su invención se usaba la hoz para segar hierbas y cereales. El trabajo era lento y la postura del segador, mantenida durante largas jornadas, producía un intenso dolor a la altura de los riñones, que tendía a cronificarse, hasta dejar baldado al campesino.
La guadaña permitió segar más prados y más tierras sembradas de trigo, cebada o centeno en menos tiempo, desde una postura más ergonómica que evitó algunas de las llamadas hoy enfermedades laborales.
Pero la eficacia de tal instrumento viene determinada no sólo por la habilidad y fuerza del segador cuando tiene en su manos el “astil”, sino que es el picado o cabruñado del filo, dando golpes con el martillo al corte sobre el yunque, el que marca la diferencia entre buenos y malos segadores, entre eficiente y deficiente siega.
Así pues, tanto en la siega como en la muerte, más importa lo afilado que esté el corte y las manos del segador, que la vida o el cereal que haya que segar.