Bodón, nieve y cabras.
Ayer subí al pico “Bodón” desde Valverde de Curueño, salvando un desnivel de 680 metros, en un recorrido de unos nueve kms. hasta alcanzar la cima, situada a 1.960 m de altura.
Me guió mi hermano Santos, extraña mezcla de guía, sherpa, cabrero y montañés, que conoce como nadie, no ya el camino, sino cada una de las plantas, de las huellas y rastros que los animales dejan en sus correrías nocturnas, las aves que nos sobrevuelan en el ascenso y, lo que hace la subida más agradable, cada historia, aventura o desgracia ocurrida en cada uno de los parajes por los que pasamos.
Antes de iniciar la última fase del ascenso, bordeamos “ La Cuevona”, la enorme oquedad que veis en la foto. Fue entonces cuando me reveló que hace dos años cayó sin aviso previo una nevada tan grande que treinta cabras no pudieron sino refugiarse en aquella caverna y esperar a que las resca
En la cima vimos el rebaño de cabras. Le pregunté donde bebían agua y me dijo que se pasaban meses sin beber, que se las arreglaban con el rocío de la mañana. Al notar cierta incredulidad me dijo que mirara su mínima vejiga después de muertas.
Decidió Santos hacer el descenso por la “ Vallina del Gabujal” porque debía mostrarme el “graíl”, una sima vertical del que no se ve el fondo y en el que podrían encontrarse los huesos de muchas cabras despeñadas.
Y es que las cabras y los pastores del entorno de “Bodón” han ido independizándose, hasta el punto de necesitarse en contadas ocasiones, las unas cuando las nevadas; los otros en las grandes ocasiones culinarias.