el cazurro ilustrado

07 marzo 2007

Agradecimiento y venganza.



Estaba la ciudad de Roma cercada por un numeroso ejército enemigo. Los guardas romanos, cansados de vigilar sus movimientos y hartos de esperar un ataque que no acababa de llegar, se quedaron profundamente dormidos. Aprovecharon los cercadores este momento para intentar colarse sigilosamente en el capitolio por medio de escalas, pero los gansos romanos oyeron los ruidos que hacía el enemigo y graznaron con fuerza alertando a los que dormían. Se despertaron los guardas y defendieron con éxito la ciudad.
Comprendieron los romanos que se habían salvado gracias a los gansos y para agradecerles tan gran favor, criaron a muchos con esmero y delicadeza. Notaron también los romanos que los perros no habían ladrado y entendieron que no habían cumplido con una de sus obligaciones por lo que cada año, en la misma fecha que la del fallido asalto, ahorcaban a algunos perros.
Aunque entre los romanos era más potente la ambición que el agradecimiento, e incluso que la venganza, en este caso vemos como la simple contingencia de sucesos les llevó al magnánimo agradecimiento hacia los gansos (por ruidosos) y a la absurda venganza contra los perros (por silentes).