el cazurro ilustrado

02 marzo 2007

Razones y disyuntivas.


El rey persa Darío (522 a. C.-486 a. C.) tuvo indicios racionales de que Intafernes estaba conspirando para rebelarse contra él y ordenó que le metieran en prisión junto con toda su familia, para condenarlos a muerte. La mujer de Intafernes fue a las puertas del palacio llorando y dando voces y alaridos hasta que el rey, conmovido por aquellos llantos, le dijo:
-En atención a tu dolor, perdono la vida a uno de los presos y te dejo escoger a quien se ha de salvar.
La mujer, después de una pausada reflexión, contestó:
-Si me concedes la vida de uno de los presos, escojo de entre todas, la vida de mi hermano.
Sorprendido Darío por la elección de la mujer le preguntó por qué teniendo a su marido y a sus hijos condenados a muerte, prefería la vida de su hermano, que ni le tocaba tan de cerca como sus hijos ni le podría servir de tanto consuelo como su marido.
Respondió la mujer:
-Si quieren los cielos, ¡oh rey! No ha de faltarme otro marido del cual conciba otros hijos, si pierdo los que tengo, pero otro hermano sé bien que no tengo esperanza de volver a lograrlo, porque ya han muertos nuestros padres.
Le pareció tan acertada a Darío la razón y la inteligencia de aquella mujer que no sólo salvó la vida de su hermano, sino que además le concedió la vida de su hijo mayor. Mató a todos los demás y acabó con los intentos de revuelta. Lo cuenta Herodoto.
Cuando en la vida se presentan disyuntivas, no hay más remedio que optar por una opción y descartar las otras; las razones y motivos del por qué de la decisión sólo las sabe quien las toma, salvo que nos las cuente, como hizo la mujer de Intafernes.