Cosas de niños.
Cuenta Sabélico que los senadores romanos tenían la costumbre de llevar al senado a sus hijos pequeños. Trataban un día un asunto delicado y estuvieron deliberando más tiempo del acostumbrado. Las mujer de uno de los senadores, picada por la curiosidad, quiso saber del asunto y como no se atrevía a preguntar a su marido senador, preguntó a su hijo, pero éste sabía de la obligatoriedad el secreto y se resistía a contar nada a su madre. Tanto le presionó que le dijo: “El senado ha determinado que, como siempre hay muchas guerras y en ellas mueren tantos hombres, a fin de que se multipliquen los hombres y no se acabe el pueblo, que cada uno pueda tener muchas mujeres".
La mujer, incapaz de guardar el secreto, se lo dijo a las vecinas y boca a boca, pronto supieron de la decisión todas las romanas y se presentaron a las puertas del senado protestando de tal medida. Los senadores no sabían qué ley era la que pedían que se derogase, hasta que el niño relató lo que le había contado a su madre. Se partían de risa los senadores y se sonrojaban las mujeres de lo acontecido. Desde entonces se mandó que ningún niño entrase en el senado, salvo el autor de aquel relato y se dieron garantías a las mujeres de que no temiesen semejante ley.
La mujer, incapaz de guardar el secreto, se lo dijo a las vecinas y boca a boca, pronto supieron de la decisión todas las romanas y se presentaron a las puertas del senado protestando de tal medida. Los senadores no sabían qué ley era la que pedían que se derogase, hasta que el niño relató lo que le había contado a su madre. Se partían de risa los senadores y se sonrojaban las mujeres de lo acontecido. Desde entonces se mandó que ningún niño entrase en el senado, salvo el autor de aquel relato y se dieron garantías a las mujeres de que no temiesen semejante ley.