Consejeros y asesores.
Tenía Alejandro Magno mal talante con sus enemigos e incluso con los pueblos vecinos aunque no fueran adversarios declarados. En cierta ocasión dirigió hacia la ciudad de Lampsaco todo su ejército con la intención de destruirla sin dejar títere con cabeza. Vivía en esta ciudad el filósofo Anaximenes que había sido su maestro y, al ver las malas intenciones que traía su discípulo, salió a su encuentro para rogarle que tuviera piedad con sus vecinos. Nada más que lo vio Alejandro, adivinando sus propósitos, dijo en voz bien alta:
-Te doy mi palabra que no voy a hacer lo que me vas a pedir.
El filósofo respondió a la advertencia de la siguiente manera:
-Señor, lo que te pido que hagas es que destruyas esta ciudad sin perdonar ninguna cosa en ella, que bien se lo merece por haberte sido rebelde.
Quedó confuso Alejandro y comprendiendo que no podía hacer otra cosa, perdonó la vida a los ciudadanos de Lampsaco, según cuenta Valerio Máximo.
A veces tiene mejores resultados hacer lo contrario a lo que te aconsejan o recomendar lo opuesto a lo que deseas que se haga.
-Te doy mi palabra que no voy a hacer lo que me vas a pedir.
El filósofo respondió a la advertencia de la siguiente manera:
-Señor, lo que te pido que hagas es que destruyas esta ciudad sin perdonar ninguna cosa en ella, que bien se lo merece por haberte sido rebelde.
Quedó confuso Alejandro y comprendiendo que no podía hacer otra cosa, perdonó la vida a los ciudadanos de Lampsaco, según cuenta Valerio Máximo.
A veces tiene mejores resultados hacer lo contrario a lo que te aconsejan o recomendar lo opuesto a lo que deseas que se haga.