el cazurro ilustrado

05 marzo 2007

El ajo como cebo.

Los viajeros Europeos que visitaron España, especialmente en los siglos XVIII y XIX, llenaron sus libros de tópicos que algunos aún perduran. África comenzaba en los Pirineos y España era (o es) diferente. Vieron a los españoles como perezosos, orgullosos, fanáticos, lascivos, supersticiosos e ignorantes, dominados por los celos y el deseo de venganza; dormitando al sol en invierno y a la sombra de una iglesia en verano, durmiendo la siesta y asistiendo a misa diariamente.
El atraso y la pobreza con respecto a Europa se explicaban por la indolencia, la falta de espíritu y la aversión al trabajo, junto con el papel negativo de la Iglesia y su insaciable avaricia que tenía dominados a los españoles, convertidos en esclavos de los clérigos.Pero el tópico más recurrente fue y es el de que España huele a ajo y algo especial deben tener los ajos ya que Aristófanes se los aconsejaba a atletas y soldados para incrementar su valor y su coraje; Plinio vio la capacidad de los ajos para curar la tisis, Virgilio comentó que el ajo realzaba y mantenía la fuerza de los trabajadores, Celsio recomendó el ajo para curar la fiebre e Hipócrates pensó que era una buena solución para muchos problemas de salud. El olor a ajo atrajo el año 2006 a casi 58,5 millones de turistas extranjeros, un 4,5% más que en 2005, lo que supone un nuevo récord histórico. Los turistas proceden, en su inmensa mayoría, de Reino Unido, Alemania y Francia . Ahora España es el país preferido por los europeos que quieren trabajar en el extranjero, según una encuesta publicada hace unos días por el Financial Times. El 17% de los entrevistados señala a España como el lugar en el que les gustaría trabajar, frente al 15% que prefiere Reino Unido o el 11% que se inclina por Francia.
Parece que el olor a ajo, si antes actuó como repelente, funciona ahora como cebo a la vista no ya de los números del turismo, sino de los deseos de los trabajadores europeos.