Graciosos y des-graciados.

Severo el emperador vio un día a su bufón muy pensativo, le preguntó que en qué pensaba y le contestó que pensaba lo que tenía que decir para hacerle reír, porque estudiaba más él por la noche las bromas y los chistes que iba a decir al día siguiente que lo senadores lo que tenían que votar. Bien sabía que para ser un hombre agudo y gracioso, no ha de ser del todo cuerdo, ni del todo loco, sino que si es loco ha de tener un poco de cuerdo, y si es cuerdo ha de tener un poco de loco.

Hay gente que habla y canta porque quiere ser graciosa, pero si nos reímos no es de la gracia de lo que dicen, sino de la desgracia con la que lo dicen. Más que graciosos son desgraciados y más que reír apetece llorar. Asomaos a los programas de entretenimiento de la tele y lo confirmareis.