Larga, dura...y difícil.
Una subida al Everest es larga, dura y difícil, como puede ser una al pico Bodón.
Larga, dura y difícil es una travesía por el desierto de Sahara o del Kalahari, o la aventura a través de un océano embravecido, o la lucha contra una enfermedad desconocida para la que la medicina solamente tiene cuidados paliativos, o una carrera de seis años que aún no esté reglamentada por el Espacio Europeo de Educación Superior, o la guerra de Irak, o una huelga indefinida en la que miles de obreros ven peligrar su puesto de trabajo, o una jornada laboral antes de que las organizaciones sindicales consiguieran su regulación, o la lectura del “Ulises” de J. Joyce, o una campaña electoral en la que las encuestas den un empate técnico, o la subida al tourmalet en la etapa reina del tour de Francia o a los lagos de Covadonga en la vuelta ciclista a España, o la noche para una trabajadora del sexo en Tailandia o en la Casa de Campo madrileña, o la pista de aterrizaje para los aviones que el consorcio europeo construye en Toulouse, o una posguerra civil, o la vida de un burro de carga hace años en la comarca de las Arrimadas, o la vida de los elefantes que se enfrentan al cambio climático, o, finalmente, también es dura, larga y difícil la lucha contra el terrorismo de ETA, según nos recordó el presidente Zapatero ayer en su comparecencia ante los medios de comunicación.
Si las cosas fueran cortas, blandas y fáciles, o pequeñas, flojas y cómodas, quizás la existencia sería monótona y aburrida. Cuando a una mujer le preguntaron que cómo le gustaban las cosas, si largas y delgadas o cortas y gordas, rápidamente contestó que prefería los términos medios, es decir, largas y gordas. Si los asuntos de la vida son largos, duros y difíciles es para entrenarnos a ser generosos, espléndidos, pacientes y perseverantes. Así deseo que seáis y os sintáis en el “largo”, “duro” y “difícil” 2007 que vamos a iniciar.