El robo como norma.
Los Lacedemonios permitían el robo entre ellos, no porque pensasen que robar fuera cosa buena, sino porque así intentaban conseguir que los ciudadanos fuesen sagaces y prudentes, pero si cogían a alguien robando, lo castigaban públicamente como ladrón. Intentaban con esta permisividad que el que tuviera bienes, fuera diligente guardándolos y que el que robase fuese hábil haciéndolo. Si el propietario o el ladrón faltaban a sus supuestas habilidades –guardar y hurtar los bienes- mandaban sus leyes que perdiese uno lo que tenía y pagase el otro lo que robaba. Siguiendo a medias su ejemplo, también se permite el robo en nuestra sociedad, siempre y cuando éste se lleve a cabo desde la recalificación de terrenos, o desde la estafa filatélica o inmobiliaria, o desde el cohecho al funcionario público, o desde la expropiación interesada; la diferencia con ellos es que no se permiten para agudizar el ingenio de los ciudadanos, sino para mayor hacienda de los corruptos y más cabreo de los honrados.