el cazurro ilustrado

11 septiembre 2006

Once de Septiembre, cinco años después.


La gran mayoría de las personas afectadas por el terror de una catástrofe supera las peores adversidades con el tiempo, porque si no fuese por nuestra capacidad para afrontar todo tipo de “traumas,” nuestra especie no hubiera sobrevivido a tanta guerra, terremoto, epidemia y tragedia como hemos padecido y padecemos. Los gestos de solidaridad, de compasión y de caridad han permitido brindar auxilio a seres humanos en situación de desamparo. Ante la miseria intolerable, el hombre, con su capacidad para identificarse con su prójimo, experimenta una fuerte emoción que lo impulsa a actuar.
B.F. Skinner dijo una vez “Uno puede trazarse una buena vida analizando sus propios sentimientos, pero sólo puede conseguirlo organizando las contingencias ambientales”. Cuando nos enfrentamos con los acontecimientos más traumáticos, devastadores e inimaginables posibles, tenemos que ir más allá de la comprensión privada y personal del impacto de la pérdida: hemos de hacer cosas para desarrollar un ambiente social y personal para los afectados que responda de forma específica, positiva e inmediata a sus necesidades, y que construya una vía comportamental para volver a la vida normal.

“Los desastres no se olvidan, permanecen en la mente de aquellos involucrados por mucho tiempo; se convierten en permanentes puntos de referencia para organizar otras experiencias.” Beverly Raphael.