Genciana y pedagogía.
Esta planta protegida crece y se multiplica en las empinadas praderas de los abesedos de la montaña, a alturas superiores a los 1100 metros. Su raíz se ha usado desde tiempo inmemorial en los tratamientos de alteraciones digestivas; se consideraba especialmente útil en estados de debilidad general, decaimiento por enfermedad crónica y, sobretodo, ante la falta de apetito. También se usó en las dolencias del hígado, como inmunoestimulante y para las infecciones gástricas. Pero en mi pueblo tuvo una aplicación pedagógica sin precedentes. Mientras en otras escuelas el control del comportamiento se hacía mediante el castigo físico (“ la letra con sangre entra”), en la nuestra, gracias a la colaboración padres-maestra, se decidió que cuando un alumno mostrara comportamientos inadecuados, en vez de tirarle de las orejas, o “darle un repelón” o un cachete, el díscolo alumno debía meter en la boca, por un corto periodo de tiempo, un trozo seco de esta medicinal raíz. Así, además de aprender rápidamente por la intensidad de la estimulación consecuente, aumentábamos el apetito y fortalecíamos el sistema inmunológico.