el cazurro ilustrado

01 agosto 2006

Neotenia en anfibios y humanos.



Subí al puerto de Vegarada, en la cordillera Cantábrica, a 1555 metros de altura y mirando por los regueros que más abajo conformarán los inicios del río Curueño, me encontré estos renacuajos. Son grandes como puños, pero no han querido dar el salto a ranas; han decidido ser jóvenes, felices e indocumentados toda su vida, renegando de la metamorfosis.
Parece ser que en un proceso normal, las hormonas tiroideas inducirían el proceso metamorfósico. Las dos circunstancias ambientales a las que fueron sometidas esta primavera han conseguido su estado larvario: 1- El intenso frío redujo sus reacciones metabólicas, especialmente la generación de hormonas tiroideas y su vertido a los vasos sanguíneos. 2- La baja concentración de yodo en el agua bloqueó el metabolismo de la glándula tiroides y paró la producción de tiroxina. Probablemente algún factor genético también esté implicado, ya que sus congéneres han llegado a la madurez.
Este fenómeno se conoce con el nombre de “neotenia” que consiste en el mantenimiento de algunos aspectos de la fase larvaria durante la fase adulta de un animal. Lentifican el desarrollo y conservan caracteres inmaduros que podrán desarrollarse cuando el entorno lo posibilite y las circunstancias lo requieran.
Hay quien mantiene que la neotenia es una de las características de los humanos, puesto que conservamos de adultos caracteres infantiles. Esto favorecería una mayor plasticidad en las células lo que permitiría una mayor flexibilidad y adaptabilidad evolutiva respecto a los cambios ambientales. Incluso hay quien habla, aunque sólo sea a modo de metáfora, del paso por las etapas del desarrollo como si fuera una metamorfosis, incluyendo la influencia de la tiroxina ( p.e. en la adolescencia).
Sea cierto o no, es evidente que los humanos podemos, en muchas facetas de la vida, estar en estado infantil-larvario, esperando a que las contingencias del entorno nos hagan eclosionar. Dicho de otra forma, cambiamos, metamorfoseamos y eclosionamos cuando el entorno es propicio, como los renacuajos.