Economía de esfuerzos.
Ayer subí a la collada de Ubierzo, que también llaman erróneamente “de Valdeteja”. Llegaba allí una vuelta ciclista con más de cien participantes, entre los que se encontraba mi amigo y compañero Moisés. El esfuerzo realizado se notaba en sus rostros y en sus quejas. Dedican los tiempos de “ocio” y “tiempo libre” a hacer titánicos esfuerzos; se supone que para “divertirse” y “mantenerse en forma”.
Curiosamente, en esta comarca siempre se consideró el “tiempo libre” como un tiempo para descansar, para recuperarse del trabajo realizado y poder reanudar las tareas de nuevo con eficacia. La economía del esfuerzo obligaba a no desperdiciar ni una sola caloría en ejercicios vanos. Así, si nuestros abuelos nos veían jugando, p.e., al fútbol, se enfadaban porque consideraban que, o bien no nos habíamos esforzado lo suficiente con nuestras obligaciones, por lo que nos quedaban energías a gastar, o bien estábamos gastando energías en balde, que necesitaríamos para la siguiente tarea.
Si el trabajo de hoy día permite un sobrante calórico que debe quemarse encima de una bicicleta, o haciendo footin, o natación, o alpinismo... , aplicando la teoría de los abuelos, ¿no sería mejor que lo gastáramos cargando un remolque de hierba, segando trigo, cortando leña o arrancando lentejas?.