La importancia del nombre.
El nombre propio, “ el nombre de pila”, tiene mucha importancia porque quien no tiene nombre no tiene existencia o, al menos, no tiene existencia social, en cuanto que carece de esa referencia a la que se anudan todos los papeles sociales correspondientes, todos los requisitos necesarios para la emergencia de la persona.
Decir ''yo soy..." es ocupar un espacio en el mundo; el nombre propio es la casa más íntima de todo sujeto y el lugar desde donde se emite todo discurso; el nombre representa una parte vital del hombre, no sólo como elemento de ''identidad" individual, sino comunitaria.
El nombre propio se entiende como la promulgación de la "identidad" que delimita a los otros y al Yo, comporta motivos que alcanzan hasta la última expresión tanatográfica posible: "Aquí yace Fulano de tal".
Cómo llamar a los recién nacidos fue, durante mucho tiempo, una tarea compartida entre los padres, los padrinos y el cura párroco, usando como referencia los nombres de los antepasados, pero dando igual peso al santoral. Según el santo del día que habían nacido, asi podía ser su nombre ( confiando que jugara el papel de ángel de la guarda ).
C.J.Cela nos cuenta un caso extremo que ocurrió en Valdeteja, donde un padre llamó a su hijo “Cojoncio”. Los nombres que podían portar los individuos estaba en función de la fecha de su nacimiento, caracterizada por los nombres tradicionales familiares y religiosos, que se extendió hasta mediados del siglo veinte; a partir de los años sesenta, se introdujeron nombres anglosajones; de estrellas del cine, la canción, la tv o el deporte y también los vascos y los catalanes.
Si el lector echa un vistazo al santoral, puede calcular qué nombre le hubiera correspondido en función de su fecha de nacimiento y comprender los nombres, a veces de risa, de algún conocido.