el cazurro ilustrado

01 junio 2006

El miedo imaginario.


Según Dawkins, teórico del “gen egoísta”, el hombre no es más que una máquina para mantener vivos a los genes, quienes revelan así un despiadado egoísmo que se refleja hasta en la misma conducta humana. La agresividad del hombre en todas sus variantes (ataque, miedo, huída, defensa, persecución, destrucción, perdón del adversario, etc.) no son más que estrategias que instrumentan los genes una vez que analizan fríamente sus posibilidades de supervivencia. Las guerras preventivas, las vacunaciones masivas, los chequeos generalizados y las campañas publicitarias sobre prevención de todo tipo de riesgos parecen indicar que los “genes” humanos se ven continuamente amenazados o, también, que están preocupados patológicamente por la seguridad. Angustiados y con miedos a numerosos fantasmas (terrorismo, paro, cáncer, enfermedad, muerte..) están dispuestos a cualquier cosa por un trozo de seguridad o certidumbre, aunque sea sólo imaginada. Pero la mayoría de los miedos no tienen ningua razón objetiva. Son los medios de comunicación los que, orquestados o no, difunden y/o propician temores en la población (o en sus genes) que, para librarse de ellos, está dispuesta a perder libertad y oportunidades o a buscar culpables en la inmigración, en la escasez de agentes de policía o en la estructura sanitaria o en deficientes vigilancias. Así, cuando algo temido ocurre, siempre habrá un culpable o al menos alguien a quien sentar en el banquillo de los acusados, aunque luego se demuestre su inocencia.
Como dijo Roosvelt : “A lo único que debemos de temer es al miedo mismo. Ese terror irracional, ilógico e injustificado que paraliza los esfuerzos necesarios para convertir el retroceso en avance”.