el cazurro ilustrado

25 mayo 2006

Del alma de los brutos a la inteligencia animal.


Desde que se inventaron el alma y la inteligencia ha existido la polémica de si son exclusivas de los humanos o compartidas con los animales. Encontramos ejemplos de ambas posturas. Descartes consideró a los animales como máquinas y mucho tiempo antes el español Gómez Pereira, en su libro “Antoniana Margarita”, sostuvo que los animales no tienen ni alma racional ni alma sensitiva por lo que se comportan como autómatas. Los pitagóricos y con ellos los que creen en la reencarnación, igualan a hombres y animales, partiendo de la transmigración de las almas de hombres en animales y de animales en hombres. San Francisco de Asís, hablaba del “hermano lobo”. Los Jainistas en la India están convencidos de que los orangutanes (hombres del bosque) no hablan para que no les hagamos trabajar. El proyecto “gran simio” y los proyectos “no de ley” que pretenden aprobarse en este país, parecen defender la presencia de alma e inteligencia en los “brutos”.
Al margen de cualquier teoría probatoria o reprobatoria en este espinoso tema, los montañeses vieron la diversidad del comportamiento en los individuos de cada especie, incluida la humana: unos más mansos, otros más fieros; unos más tratables, otros más ariscos; unos más sagaces, otros más rudos; unos más tímidos, otros más animosos. Partiendo de las características individuales, intentaron, a través de la educación, el adiestramiento, la domesticación, el condicionamiento y el aprendizaje, racionalizar a los brutos. Así, conocí a uno que se entregó con tanto esmero a la educación de un cerdo, que consiguió que entendiera perfectamente el lenguaje humano. Fueron de tal magnitud sus logros, que el día de la matanza le dijo al gocho: “túmbate en el banco” y, siguiendo instrucciones a la primera, lo hizo. No tuvo más remedio que clavarle, con lágrimas en los ojos, el cuchillo en el corazón y ambos se retorcieron de dolor. Este ejemplo pone de manifiesto la “inteligencia bruta” de los animales y el “alma brutal” de los humanos.