Semana del corazón y no del sentimiento.
Poner en el corazón el origen de todo sentimiento y movimiento y hacer manar de él desde vicios, virtudes, amores y odios hasta las propias palabras, es una postura que viene de largo. Aristóteles con todos sus seguidores así lo creyeron. Esta posición llega hasta nuestros días, a juzgar por las expresiones, no sólo de los poetas, que tienen licencia para la metáfora y la metonimia, sino de cualquier ciudadano que “habla con el corazón”, “ tiene el corazón como una piedra”, “ama de todo corazón”, “ se le rompe el corazón ante una desgracia”, “tiene el corazón partío” o “ es de buen corazón”. Quizás por ello la Fundación Española del Corazón organiza una semana ( del 30 de mayo al 4 de junio) bajo el lema, 'El corazón en tus manos', con la que intenta trasladar a la sociedad el mensaje de aprender a cuidar mejor el 'motor' del organismo y evitar o retrasar la aparición de patologías asociadas a él.
Pero no se promocionan los buenos sentimientos, ni la benevolencia, ni las mejores palabras como prevención y remedio de sus posibles males. Se intenta, en cambio, el abandono del tabaco, la práctica del ejercicio físico, el control del colesterol, de la presión arterial y de la glucosa para remediar las enfermedades cardiovasculares. De poco servirán estos controles si, además, no se cuidan los sentimientos que, aunque no aniden en él, o solo lo hagan como metáfora, influyen decisivamente en su buen funcionamiento. Sea como fuere, la premisa universalmente reconocida es que el corazón es el primero en vivir y el último en morir (primum vivens, et ultimum moriens); salvo patologías, poco sabemos lo que le ocurre entre el nacimiento y la muerte.
Pero no se promocionan los buenos sentimientos, ni la benevolencia, ni las mejores palabras como prevención y remedio de sus posibles males. Se intenta, en cambio, el abandono del tabaco, la práctica del ejercicio físico, el control del colesterol, de la presión arterial y de la glucosa para remediar las enfermedades cardiovasculares. De poco servirán estos controles si, además, no se cuidan los sentimientos que, aunque no aniden en él, o solo lo hagan como metáfora, influyen decisivamente en su buen funcionamiento. Sea como fuere, la premisa universalmente reconocida es que el corazón es el primero en vivir y el último en morir (primum vivens, et ultimum moriens); salvo patologías, poco sabemos lo que le ocurre entre el nacimiento y la muerte.