el cazurro ilustrado

12 abril 2006

Menos turbación.


En el compendio moral salmanticiense “se tratan todas las cuestiones de la Teología moral con la mayor brevedad y claridad, conforme a los principios de la más sana doctrina”. Compendiado por Marcos de Santa Teresa, Provincial de Carmelitas Descalzos. Se Editó En Pamplona en el Año 1805.
En él se habla de la lujuria como: “ vicio capital, que radica otros muchos, como son la ceguedad de la mente, la inconsideración, la precipitación, inconstancia, amor propio, odio de Dios, adhesión a las cosas de este mundo, y horror a las del otro” .
Explica que hay siete especies de lujuria: Simple fornicación, adulterio, incesto, estupro, rapto, vicio contra naturam, y sacrilegio.
Aclara sobre la masturbación: “Que siendo el hombre casado sólo podrá tocarse para disponerse proxime ad copulam, y estando presente la mujer; de otra manera cometerá grave culpa, a no hacerlo con necesidad, o por levedad. Si es soltero, y se toca por deleitación venérea, todos convienen en que peca mortalmente. Si para el dicho tacto hubiere necesidad, o se tuviere por sola levedad, sin intervenir torpe deleite, y no de propósito, sino como de paso, todos lo excusan de culpa, a lo menos grave. Todas estas cosas y otras de esta clase comúnmente se deberán juzgar por la causa, y la intención del operante.”
Y amplia la información: “Si fuese esta la conducta de las mujeres, no sería tan frecuente la audacia de los hombres; y así rara vez se ha de dar crédito a las que quieren defender su inocencia con la violencia ajena; porque si ellas seriamente no quisiesen condescender con los hombres, apenas éstos se propasarían a semejantes libertades. Lo mismo se ha de decir de otras acciones, que aunque a primera vista parezcan leves, son graves practicadas entre personas de diferente sexo; como el apretar la mano, retorcer los dedos, pisar con el pie, y otras semejantes; pues hechas con afecto carnal, y por deleite, promueven la polución, y están llenas de peligro.”
Han pasado dos siglos y seguimos a vueltas con estos temas, la masturbación producía turbación en la moralidad católica de hace dos siglos y ahora los obispos siguen, según parece, sintiendo la misma turbación o más turbación que entonces.
Recuerdo cuando un padre, preocupado porque había “pillado” a su hijo masturbándose, le preguntó a Neill qué hacer en estos casos.
Después de un corto silencio, éste contestó: “sabe lo que le digo.... cuando usted era como él, también lo hizo, y no le ha ido tan mal”. Tampoco a los obispos les ha ido tan mal.