el cazurro ilustrado

07 abril 2006

De la hermosura de lo místico a la belleza de lo científico.


A veces los pacientes se curan o mejoran, en alguna medida, antes de que el tratamiento produzca sus efectos. En general, el resultado final de una medicación está compuesto por el efecto específico del fármaco más un efecto extrafarmacológico. Incluso, se ha llegado a decir que los médicos, en algún caso, curan sin tratamientos propiamente eficaces. Todos estos fenómenos están reconocidos bajo el nombre de efecto placebo. En consecuencia, la investigación biomédica es rigurosa al comprobar la efectividad de los tratamientos, separando los efectos genuinos de estos otros inespecíficos.Ahora bien, siendo así las cosas, se está ante un fenómeno interesante por sí mismo, de suma importancia tanto conceptual como clínica. Tradicionalmente se han invocado poderes ocultos de la mente para entender esto, pero ello como es obvio no aclara nada. Por su parte, la mejor tradición psicosomática tampoco ha alcanzado a dar una explicación cabal, aunque sí exóticas interpretaciones.
En términos clínicos, los placebos son tratamientos controles que se aplican al paciente y que presentan una apariencia similar a los tratamientos médicos bajo estudio, pero sin tener actividad farmacológica específica. Un control placebo puede ser farmacológico (por ejemplo, en forma de una pastilla), físico (por ejemplo, algún tipo de manipulación) e incluso psicológico (por ejemplo, una conversación con el paciente).
Tradicionalmente, se ha descrito un efecto placebo beneficioso en el tratamiento de muchas enfermedades, que se ha atribuido al poder de la sugestión psicológica, al ser percibido por el paciente como una forma de tratamiento; esta mejora en las condiciones clínicas se observa en cerca de un 30-40% de los pacientes. Hay un amplio abanico de explicaciones de este fenómeno, que van desde lo místico y lo mental hasta lo metafísico. Es habitual hablar del poder de la mente o apelar a constructos mentales como las expectativas y las atribuciones, pero estos procesos solo adquieren sentido cuando ya están dados los resultados, de modo que resultan tautologías o ficciones explicativas, porque han de entenderse en función de los cambios ocurridos a pesar de ser invocados para explicar estos cambios.
Las explicaciones más científicas y, por tanto, más racionales vienen desde el análisis experimental de comportamiento, donde el efecto placebo es considerado como una función de las contingencias estimulares que han moldeado las respuestas fisiológicas. Puede ser un condicionamiento clásico, donde el placebo es el estímulo condicionado ( Paulov conseguía que el toque de campana hiciera salivar al perro) o, también un condicionamiento operante, cuando el comportamiento deriva o influye en una condición de la enfermedad, tal y como puede ocurrir en la conducta de ir al médico, del estilo activo, de la relajación; donde estas actividades inducen cambios en condiciones fisiológicas, probablemente beneficiosas, aquí el placebo sería una conducta operante.Algunos estímulos presentes en el ambiente en el que se administra un tratamiento (p.e. los preparativos para una inyección de morfina)que mantienen ciertas regularidades espacio-temporales, pueden adquirir propiedades condicionadas; es decir, después de varias aplicaciones, el organismo responde a los preliminares, antes de recibir el fármaco. Los preparativos, así como quizá el sitio, la jeringuilla, una inyección simulada y acaso el médico o ATS, llegan a ser estímulos condicionados, esto es, se convierten en “pistas” o “claves” ambientales que evocan respuestas anticipatorias del mismo tipo que las producidas por la droga ( que sería un estimulo incondicionado). El organismo responde al conjunto estimular, donde las “claves” ocurren antes que el medicamento, de modo que si no se sigue éste, se tiene una respuesta sin “ causa natural”lo que en términos médicos se llama “efecto placebo”, pero que no es otra cosa que procesos psicológicos conocidos, aunque, tal vez, ocurriendo inadvertidamente. Cuando se trata de conocer su existencia ya no se necesitan explicaciones metafísicas, ni siquiera peyorativas, sino recurrir a términos propios de la psicología científica.