el cazurro ilustrado

02 abril 2006

Hormigas y discapacidad.


Puse la mano sobre el hormiguero para acariciar a las más de quinientas mil hormigas que saludaban al sol del mediodía. Ejemplo de trabajo, esfuerzo, compañerismo y organización social, en ningún caso lo son de amabilidad, porque pronto comencé a sentir las mordeduras y el picor del acido fórmico que introducen con sus mandíbulas. La retiré, decepcionado por su ingratitud y revisé, hasta donde pude, los estudios sobre ellas. Al atardecer, Ramón y Cajal me proporcionó una visón preciosa y, a partir de ahora, en vez acariciarlas, me dedicaré a observar mejor su comportamiento. Dijo este preclaro investigador: ”Yo compararía de buen grado las hormigas a los ciegos y sordomudos de nacimiento, de que son ejemplos admirables Laura Bridgman-que además de ciega y sorda carecía de gusto y olfato -y la célebre Helen Keller. Ambas, y singularmente la última, sin más recurso sensorial que el tacto, sabia y metódicamente educado, lograron desarrollar prodigiosas aptitudes intelectuales innatas, durmientes y como en estado potencial. Helen Keller, auxiliada por el alfabeto táctil, aprendió a leer, siguió brillantemente una carrera, dominó varios idiomas y escribió libros admirables, donde campean, con la más selecta y copiosa erudición, el más sano y eleva-do criterio. Al leer sus obras, como las de otros ciegos ilustres, acude a la memoria la frase gráfica de Villey: «La vista es el sentido de las distracciones.»

“Claro está que no pretendemos identificar el magnífico cerebro humano con el precario ganglio cerebroide de las hormigas, aun cuando nuestros estudios sobre el sistema nervioso central de los himenópteros y múscidos nos hayan revelado la existencia de una máquina asociativa prodigiosamente compleja y sutil. Séanos lícito, empero, afirmar que en las hormigas se da en pequeño algo de lo ocurrido con ciertos ciegos-sordomudos: compensan la miseria sensorial con una rica y finísima organización del órgano encefálico. Muy instructivo es comparar, bajo este aspecto, los lúcidos y complejos instintos industriales de la hormiga, casi ciega, con la precaria mentalidad de aquellos insectos que, cuales la mosca, la libélula o la mariposa, están dotados de ojos magníficos, de olfato y tacto exquisitos y de vuelo poderoso. Diríase que la Naturaleza, como si tuviera conciencia de sus propias injusticias, se complace a menudo en prodigar todos los dones del espíritu a los más humildes seres, por igual, abandonados de la fuerza, de la belleza y de la gracia.”