Corrupción, codicia y política.
Alguien muy rico, probablemente dedicado a la política, le dijo al filósofo Esquines: Por los inmortales Dioses te juro Esquines, que me da pena verte tan pobre; a lo que respondió Esquines: Por esos mismos inmortales Dioses te juro, que tengo mayor compasión de ti al verte tan rico, porque la riqueza te da trabajo para conseguirla, cuidado para conservarla, enojo para repartirla, peligro para guardarla, y grandes sobresaltos para defenderla y lo que es más grave de todo, que allí donde tienes el tesoro guardado, allí está tu corazón sepultado.
En el Libro de los doce sabios , encargado hacia 1237 por Fernando III el Santo, rey de Castilla (1217-1252) y de León (desde 1230) encontramos estos consejos para evitar la avaricia, codicia, cohecho y prevaricación del regidor público:
Y dijo el primer sabio: «Codicia es cosa infernal, morada de avaricia, cimiento de soberbia, árbol de lujuria, movimiento de envidia.» El segundo sabio dijo: «Codicia es sepultura de virtudes, pensamiento de vanidad.» El tercero sabio dijo: «Codicia es camino de dolor y simiente de arenal.» El cuarto sabio dijo: «Codicia es apartamiento de placer, y vasca de corazón.» El quinto sabio dijo: «Codicia es camino de dolor, y es árbol sin fruto, y casa sin cimiento.» El sexto sabio dijo: «Codicia es dolencia sin medicina.» El seteno sabio dijo: «Codicia es voluntad no saciable, pozo de abismo.» El octavo sabio dijo: «Codicia es fallecimiento de seso, juicio corrompido, rama seca.» El noveno sabio dijo: «Codicia es fuente sin agua, y río sin vado.» El décimo sabio dijo: «Codicia es compañía del diablo, y raíz de todas maldades.» El onceno sabio dijo: «Codicia es camino de desesperación, acercana de la muerte.» El doceno sabio dijo: «Codicia es señoría flaca, placer con pesar, vida con muerte, amor sin esperanza, espejo sin lumbre, fuego de pajas, cama de tristeza, rebatamiento de voluntad, deseo prolongado, aborrecimiento de los sabios.»
Por lo que se ve y se oye, y sólo mirando un poco y escuchando menos, parece tan incurable la sarna de la avaricia y de la codicia, que el que está contagiado de esta enfermedad, no se cura ni con la riqueza ( y no sólo en Marbella).