el cazurro ilustrado

16 marzo 2006

Parejas, tríos y poker de matrimonios.


Los Tarentinos acostumbraban a casarse con una mujer legítima para procrear hijos, pero junto con ella podían elegir otras dos mujeres para sus propios placeres.
Los sabios de Atenas ordenaron que todos los griegos pudiesen tener dos mujeres legítimas y, junto con esto, mandaron que ninguno osase tener concubinas, ya que, decían, por andar los hombres en pos de mujeres ajenas daban mala vida a sus propias mujeres. Según dice Plutarco en su Política, los griegos hicieron esta ley al pensar que el hombre no podía ni debía vivir sin compañía de mujer y que por eso querían que se casasen con dos, para que si una estuviese mala o parida, hubiera en casa quien ocupase la cama y sirviese la mesa. Los antiguos lacedemonios tenían por legítima ley, no que un hombre se casase con dos mujeres, sino que una mujer se casase con dos hombres; la razón por la que hacían esto fue que, si un marido se iba a la guerra, quedaba otro en casa; porque decían que de ninguna manera se podía consentir que una mujer estuviera sola en su casa.
Diodoro dice que los más antiguos egipcios, cada uno tenía cuantas mujeres quería y podía; y esto con libertad de ambas las partes, libremente ella podía despedirse de él cuando quisiera y él podía despedirla cuando no le contentase; porque decían que era imposible que el hombre y la mujer viviesen muchos años juntos sin que hubiese muchos y muy grandes enojos.
Julio César cuenta en sus Comentarios que en la Gran Bretaña tenían los bretones costumbre de casarse una mujer con cinco maridos.
Tenían la costumbre los cimbros de casarse con sus propias y naturales hijas, costumbre que les quitó el cónsul Mario después de que los venció en Alemania, ya que el hijo de tal matrimonio era hijo y nieto de un solo padre y era hijo y hermano de una sola madre y era primo, sobrino y hermano de un solo hermano.
Estrabon, De situ orbis, y Séneca, en una epístola, dicen que los lidos y los armenios tenían la costumbre de enviar a sus hijas a los puertos y a las riberas del mar para ganar sus casamientos, vendiendo a los extranjeros sus cuerpos, de manera que las que quisieran casarse, primero habían de vender su virginidad.
Otras costumbres, inusuales en estos tiempos, tuvieron diferentes naciones, pueblos y tribus. Os las contaré, hasta llegar a los nuevos modelos de parejas y familias de estos inicios del siglo XXI.