el cazurro ilustrado

08 marzo 2006

Apología de las mujeres.


No graznaré cual grajo lo que Feijoo cantó como cisne. Los argumentos que expone mi amigo tienen más cordura y belleza que cualquier discurso feminista, aunque hayan sido escritos en 1726 (o quizá por ello). Comienza diciendo:”En grave empeño me pongo. No es ya sólo un vulgo ignorante con quien entro en la contienda: defender a todas las mujeres, viene a ser lo mismo que ofender a casi todos los hombres: pues raro hay que no se interese en la precedencia de su sexo con desestimación del otro. A tanto se ha extendido la opinión común en vilipendio de las mujeres, que apenas admite en ellas cosa buena. En lo moral las llena de defectos, y en lo físico de imperfecciones. Pero donde más fuerza hace, es en la limitación de sus entendimientos”.
Hablando de la postura que mantiene el Islam respecto a la mujer dice: “El falso Profeta Mahoma, en aquel mal plantado paraíso, que destinó para sus secuaces, les negó la entrada a las mujeres, limitando su felicidad al deleite de ver desde afuera la gloria, que habían de poseer dentro los hombres”.
Ni los autores clásicos se salvan de su mordaz crítica: “Eurípides fue sumamente maldiciente de las mujeres en sus Tragedias; y según Ateneo, y Estobeo era amantísimo de ellas en su particular: las execraba en el teatro, y las idolatraba en el aposento.” “Aristóteles fue inicuo con las mujeres: pues no sólo proclamó con exceso sus defectos físicos; pero aún con mayor vehemencia los morales. ¿Quién no pensará que su genio le inclinaba al desvío de aquel sexo? Pues nada menos que eso. No sólo amó con ternura a dos mujeres que tuvo; pero le sacó tanto de sí el amor de la primera, llamada Pythais, hija, como quieren unos, o sobrina, como dicen otros, de Hermias, Tirano de Atarneo, que llegó al delirio de darle inciensos como a Deidad”.
Demuestra como ni Caba fue la causante de la pérdida de España y Eva la de todo el mundo: “En caso que todas las mujeres fuesen feas, en las de menos deformidad se experimentaría tanto atractivo como ahora en las hermosas; y por consiguiente harían el mismo estrago. La menos fea de todas, puesta en Grecia, sería incendio de Troya, como Helena: y puesta en el Palacio del Rey D. Rodrigo, sería ruina de España, como la Caba.”
Pone muchos ejemplos de la prudencia política que han demostrado las mujeres a la largo de la historia:”Ni es en el mundo tan universal, como se piensa, la persuasión de que en la cabeza de la mujer no asienta bien la Corona; pues en Meroe, Isla que forma el Nilo en la Etiopía, o Península, como quieren los modernos, reinaron, según el testimonio de Plinio, mujeres por muchos siglos.”
Y del valor :” Epponina, que con la ocasión de haberse arrogado su marido Julio Sabino en las Galias el título de César, toleró con rara constancia indecibles trabajos: y siendo últimamente condenada a muerte por Vespasiano, generosamente le dijo, que moría contenta, por no tener el disgusto de ver tan mal Emperador colocado en el Solio.”
Sobre la supuesta incapacidad de la mujer para guardar un secreto, dice: “Ni les faltan a las mujeres ejemplos de invencible constancia en la custodia del secreto. Pitágoras, estando cercano a la muerte, entregó sus escritos todos, donde se contenían los más recónditos misterios de su Filosofía, a la sabia Damo, hija suya, con orden de no publicarlos jamás; lo que ella tan puntualmente obedeció, que aun viéndose reducida a suma pobreza, y pudiendo vender aquellos libros por gran suma de dinero, quiso más ser fiel a la confianza de su padre, que salir de las angustias de pobre”
Respecto a la falta de entendimiento de la mujer, nos cuenta: “hombres fueron los que escribieron esos libros, en que se condena por muy inferior el entendimiento de las mujeres. Si mujeres los hubieran escrito, nosotros quedaríamos debajo. Y no faltó alguna que los hizo; pues Lucrecia Marinella, docta Veneciana, entre otras obras que compuso, una fue un libro con este título: Excelencia de las mujeres, cotejada con los defectos, y vicios de los hombres, donde todo el asunto fue probar la preferencia de su sexo al nuestro.”
Y concluye: “Sepan, pues, las mujeres, que no son en el conocimiento inferiores a los hombres: con eso entrarán confiadamente a rebatir sus sofismas, donde se disfrazan con capa de razón las sinrazones. Si a la mujer la persuaden, que el hombre, respecto de ella, es un oráculo, a la más indigna propuesta prestará atento el oído, y reverenciará como verdad infalible la falsedad más notoria”. “Si la mujer está en el error de que el hombre es de sexo mucho más noble, y que ella por el suyo es un animalejo imperfecto, y de bajo precio, no tendrá por oprobio el rendírsele; y llegándose a esto la lisonja del obsequio, reputará por gloria lo que es ignominia”.
Con multitud argumentos y un sin fin de ejemplos, demuestra Feijoo la falacia de la supuesta superioridad del hombre. Puedes comprobarlo aqui: http://www.filosofia.org/bjf/bjft116.htm