el cazurro ilustrado

01 marzo 2006

Mentiras infames.


Lo oí en la radio y lo confirmé en la red. El gobierno francés prepara un plan de prevención de la delincuencia que pasa por la detección precoz de los “trastornos de comportamiento” en el niño, porque son indicadores de la posterior delincuencia. Hablan los “técnicos franceses” de factores de riesgo prenatales y perinatales, genéticos, del entorno y ligados al temperamento y a la personalidad: la frialdad afectiva, la tendencia a la manipulación, el cinismo y de la potencialidad hereditaria del trastorno de las conductas. El informe pretende investigar, a los 36 meses de vida, los siguientes signos: indocilidad, heteroagresividad, débil control emocional, impulsividad, índice de moralidad bajo, etc.
Tras la imbecilidad científica y moral de los autores de esta infamia se ocultan, al menos, dos intenciones igualmente insidiosas: el riguroso control y la manipulación de la población con criterios fascistas, alevosos y pérfidos y la medicalización absurda y abusiva que aportará enormes beneficios a las ya rebosantes arcas de las multinacionales farmacéuticas; ganancias que repartirán con los médicos, con los psiquiatras encargados del diagnóstico y tratamiento (farmacológico) y con los políticos que legalicen estas prácticas.
Esta versión del mundo feliz de Huxley es una falsedad. La adaptación social de un individuo a través de los psicofármacos es la gran mentira y sólo funciona en las revistas especializadas y en las ponencias de los congresos (¿sabéis quien los patrocina?). Pero a esos niños precozmente diagnosticados y tempranamente medicados les espera la estigmatización, las expectativas negativas, la desconfianza en sus posibilidades, el recelo de sus iguales y, a la larga, la marginación, el prejuicio, el fracaso y la frustración; todo ello gracias, claro está, a quienes inventaron unas patologías inexistentes, diseñaron y vendieron sus remedios; manipularon las opiniones para alarmar a los padres, amedrentar a los profesores; soliviantar a la sociedad, haciéndoles ver enfermedades y patologías donde sólo hay niños y niñas aprendiendo y desarrollándose, en un entorno en el que, quienes deberían ayudarles, están dispuestos a cercenar su desarrollo a cambio de un plato de pastillas. Más les valdría a estos gurús reconocer los efectos iatrogénicos derivados de la psicopatologización y medicalización de la vida y no olvidar que la asistencia profesional e institucional de “la salud” ha generado una dependencia inhabilitante en los usuarios, ha promovido necesidades ficticias, ha disminuido los niveles de tolerancia al sufrimiento y al malestar; ha desintegrado toda posibilidad de ejercer un cuidado responsable de uno mismo y de crecer saludablemente enfrentándose a problemas cotidianos. Espero que apliquen esta máxima de Gracián: “Muchas cosas que eran algo, dejándolas, fueron nada; y otras que eran nada, por haber hecho caso de ellas, fueron mucho.” Que dejen de ver patologías para que sean nada y vean desarrollo y educación para que sean mucho.