El enamoramiento y sus circunstancias.
Ya que hoy se celebra el día de los enamorados, hemos de saber que el enamorado ha de tener los ojos tan abiertos para quien ama; tan alterado el juicio en lo que piensa y tan turbada la lengua en lo que dice, que en el mirar ciegue, en el pensar se desmaye y hablando se turbe. La ponzoña de las flechas de cupido hace que los ojos lloren, el corazón suspire, las carnes tiemblen, los nervios se descoyunten, los poros se abran, el juicio se embote, la razón se desplome y, finalmente, que el triste enamorado viva fuera de sí. Este estado, tildado por algunos acertadamente de “imbecilidad transitoria”, cómo cualquiera en su sano juicio puede suponer, no es posible que se mantenga largo tiempo, ya que quien lo padece, al igual que quien sufre una gripe, ha de curarse. Pero puede alargarse la enfermedad si sigue el ejemplo de los Masagetas: Cuentan los “Anales Pompeyanos” que cuando Pompeyo estuvo en Oriente se encontró con este pueblo. Tenían éstos establecido por ley que cada vecino tuviese dos cuevas ( en aquellos parajes no tenían casas). En una vivía el marido, los hijos y los criados, y en la otra la mujer , las hijas y las sirvientas. En las fiestas comían juntos y una vez a la semana, dormían juntos. Les preguntó Pompeyo el por qué de ese modo de vida, tan extremo, que no existía en ningún otro lugar del mundo conocido. Respondieron que a ellos los dioses les daban poca vida, ya que ninguno pasaba de sesenta años como mucho y los años que vivían querían hacerlo en paz. Aseveraron que “teniendo a nuestras mujeres con nosotros, viviendo moriríamos, porque nos pasaríamos las noches oyendo sus quejas y los días sufriendo sus rencillas. De esta manera, teniéndolas apartadas, se crían los hijos en paz y evitamos los enojos que matan a sus padres.”