el cazurro ilustrado

12 febrero 2006

Abandonar a los tuertos para irse con los ciegos.


Si antes de la década de los 60, sólo los más audaces decidieron “cruzar el charco” en busca de una vida mejor, a partir de ella, los que vivíamos en sociedades rurales, masivamente, hemos ido abandonando nuestra tierra, marchando hacia las ciudades, invirtiendo toda una vida en pagar cuotas y comprar cosas. Gastando seis años en la escuela primaria, cuatro en la enseñanza secundaria, dos en el bachillerato y cinco o más de Universidad para obtener un título que nos habilite para fabricar llaves inglesas. Nos matamos trabajando doce horas al día para poder cambiar el coche cada cierto tiempo.
No critico, por supuesto, hacer algún sacrificio para prosperar. Lo criticable es estar dispuesto a hacer cualquier sacrificio con tal de llegar a ciertos niveles socioeconómicos. Lo grave es aceptar pasivamente reglas de juego que exigen hasta la esclavitud para acceder a determinados privilegios. Lo patológico es ponerse esos privilegios como objetivos de vida, olvidando que con mucho menos, la calidad de vida de los antepasados fue muy superior. Porque, como dijo julio César, es preferible ser en una aldea el primero que en Roma el segundo. Mejor es vivir en la aldea tranquilo que no en la ciudad angustiado.
La ambición, a veces, nos hace repudiar una tuerta para casarnos con una ciega.