Mujer y paridad (50%).
Salvo periodos muy concretos, cortos y escasos de la historia, se consideró que las mujeres eran criaturas de cabellos largos e ideas cortas, voluptuosos demonios o virginales monjas; domésticas, sentimentales y románticas y, a partir de Sigmund Freud (cuidado con su centenario) básicamente histéricas. Estuvo generalizada la idea de que las mujeres eran frágiles o fatales; distraídas, frívolas y, ante todo, perversas. Se pensó que no podían hablar de política o de religión sin exaltarse. Se supuso que la mujer era incapaz de sostener una conversación de más de diez minutos sin mentir, pero sobre todo y por encima de todo, a una mujer se la reconocía porque no sabía , no podía o no quería , guardar un secreto.
Aunque aún perduran, en indeterminados ámbitos, estas nefastas concepciones, lo cierto es que ha conseguido alcanzar cotas de formación que auguran que este siglo será de ellas. Es sospechoso que partidos políticos y asociaciones de la más diversa índole se planteen la paridad del 50 %, cuando la reivindicación de la mujer debería ser el 70 %, ateniéndose al número de mujeres con estudios universitarios, comparado con el número de hombres universitarios. Si desde posiciones de clara desventaja, la mujer ha llegado hasta aquí, es razonable desconfiar de los hombres que defienden la igualdad, porque quizás sean lobos metidos a pastores.