el cazurro ilustrado

05 febrero 2006

Inevitable y oculta.


La muerte es irreversible, definitiva y permanente. Se caracteriza por la ausencia de las funciones vitales y es universal (todos moriremos), pero lo que parece caracterizar a los sujetos postmodernos de nuestra época , orientados hacia la técnica, la acumulación de bienes y preocupados por el bienestar, es intentar escapar de la muerte, prefiriendo quedarse en la incertidumbre de no hablar de ella, de no querer reconocer el fallecimiento y de ocultarla, con la mojigata idea de que así nos evitamos un sufrimiento más. Nuestra sociedad intenta una auténtica negación a la muerte; el hombre muere por descuido, porque no ha seguido ciertas prescripciones u obedecido ciertas reglas o porque la ciencia no ha encontrado todavía la manera de curar algunas enfermedades.
Con esta negación, asistimos a la supresión de la muerte natural, es decir, se muere solamente de algo, no porque sea un proceso biológico inevitable.
Esta actitud hace que la muerte aparezca como un fracaso de la técnica y del modelo del hombre posmoderno que “todo lo puede”. Junto a esta actitud, aparece otra previa frente al dolor y al sufrimiento: hay dolores que matan, pero los hay más crueles, los que tenemos en la vida sin permitirnos gozar de ella y, muchas veces, interpretados de dos maneras: el propio, insoportable y el de los demás, siempre exagerado.