el cazurro ilustrado

05 enero 2006

Educación para el consumo


Las democracias actuales necesitan, no solamente votantes sino también consumidores. Los regímenes democráticos se tambalean o no llegan a instaurarse cuando disminuye o no existe la capacidad de consumir de la mayoría de la población. Democracia y consumismo tienden a ser equivalentes, como lo son votante y consumidor. Allí donde hay crisis democrática hay, sin duda, un problema de capacidad económica de los votantes para consumir.
Nuestras sociedades necesitan del consumo para mantenerse y para que haya consumo es necesario, en primer lugar, que los ciudadanos tengan un poder adquisitivo por encima de la cobertura de las necesidades básicas; en segundo lugar, conviene que tengan, además, necesidad de tener, de consumir o de gastar; es decir, debe haber insatisfacción, generada unas veces por las campañas publicitarias, otras veces por la simple mirada al vecino y las demás por esos hábitos aprendidos desde la más tierna infancia, basados en la obtención de refuerzos inmediatos.
Así pues, la lógica consumista se establece de la siguiente manera: un votante es un consumidor y un consumidor es un insatisfecho que por unos momentos logra satisfacer sus necesidades consumiendo, pero una vez satisfecho por el consumo, vuelve a generarse insatisfacción porque en su entorno cada vez existen más estímulos novedosos deseables.
La guerra a la que se enfrenta la escuela en la “Educación para el consumo” tiene muchas batallas, con fechas fijadas, casi perdidas de antemano: Navidad, Papa Noel, Nochevieja, Reyes, San Valentín, Día del padre, Día de la madre, Cumpleaños, Rebajas......que no se conciben si no es consumiendo lo superfluo e innecesario.
El mayor problema es que los deseos (de consumir) crecen en proporciones muy por encima de las posibilidades de su satisfacción. Debemos enseñar a nuestr@s alumn@s que, en esta sociedad, aunque mucho parece posible, apenas nada es probable.