Nuevos hidalgos
Diodoro, famoso Sofista, solía probar que no había movimiento, con este dilema: Si algún cuerpo se mueve, o se mueve en el lugar en que está, o en el lugar en que no está; ni se mueve en el lugar en que está, pues esto es estar, y no moverse; ni en el que no está, pues ningún cuerpo puede hacer cosa en el lugar en que no está: luego ningún cuerpo se mueve. Había fascinado con este enredo, entre otros muchos, al Médico Heropilo. Sucedió que tiempo después, Diodoro se dislocó un hueso y acudió a él, para que se lo restituyese a su lugar. En vez de curarle, le contestó con su mismo argumento, que el hueso no se había dislocado diciendo: O el hueso al dislocarse se movió en el lugar en que estaba, o en el que no estaba.....
Muchos años mas tarde, Los monjes de la Edad Media, leyendo las célebres “aporías” de Zenón de Elea, en las que también demostraba que no existía el movimiento, se quedaban quietos para no contradecirle.
Don quijote hizo lo que le decían que tenía que hacer los libros de caballería; no sabemos si realmente enloqueció o se le secó el seso, pero es bien cierto que obedeció a los manuales de caballería sin saltarse ni una coma.
De igual manera y salvando las distancias, hoy ocurre lo mismo, pero ya no son los sofistas, ni los monjes, ni los hidalgos, sino los ciudadanos, los que ante las miles de aporías que la sociedad ha generado las siguen para no oponerse a ellas.
Baste con mirar a aquellos que compran libros de “autoayuda” o leen ñoñerías de Bucay, Coelho o similares y después hacen, dicen, piensan y sienten como han leído que deben hacerlo. Son los nuevos Quijotes.