el cazurro ilustrado

07 enero 2006

Clima y carácter


Galtón decía: «La diferencia del carácter moral y constitución física de las diversas tribus del África meridional tienen una relación íntima con la forma, el suelo y vegetación de los distintos países que habitan”. De igual modo, la moralidad y la morfología de los montañeses se explica, en parte, por las variables disposicionales del entorno en que vivimos.
Habituados a los usos y costumbres de nuestra región, por más que a vosotros os parezcamos duros y groseros, no sólo nos parecen más gratos, sino tambien más saludables. Nacimos entre fríos y vivimos gustosos entre fríos. El clima, aunque áspero para los forasteros, es sano para nosotros. Las nieves no nos incomodan; porque ya por la natural familiaridad, ya por arte y costumbre, andamos por las cumbres nevadas como rebecos.
Como la vida fue una continua lucha, sólo pudimos desarrollar un apasionado culto a la valentía. La lucha y la pelea se hicieron una costumbre, una secreción con la que formamos, como algunos moluscos, una concha protectora, dura y espinosa. Ese crónico estado de defensa contra el entorno nos dio un potente espíritu de competitividad; nuestra combatividad, largamente excitada, puede volverse agresiva. Reforzamos la defensa con la ofensa. Así tenemos que las fatalidades geográficas nos impusieron unas fatalidades caracteriales, pero con los climas sucede lo mismo que en los alimentos; que ninguno hay que para todos los individuos sea bueno; ni apenas hay alguno tan malo, que sea malo para todos.